Este próximo septiembre volvemos al aula, buenanueva que recibimos de la máxima autoridad del Estado, confirmación que nos llena de regocijo y a la que nos aferramos con optimismo sensato.
¡Cuidarnos es una tarea de todos y todas! Ahora bien, para poder recibir en el espacio escolar a nuestros niños, niñas, adolescentes y jóvenes, que estos puedan desde la emoción conectar con “la aventura de aprender” y que con ello el Sistema Educativo honre su labor misional “que nuestros niños y niñas aprendan”, necesariamente el foco deberá estar puesto en la imperiosa necesidad de que este reencuentro sea lo más seguro posible, para cada integrante de la comunidad ecolar.
No hay escenarios perfectos en esto estamos de acuerdo, pero el mínimo indispensable deberá ser la vacunación universal del cuerpo docente y de los distintos integrantes de los equipos de gestión, que nuestros adolescentes y jóvenes tengan sus dos dosis de vacuna, y que el personal administrativo y logístico también esté protegido; pero por sobre todo que contemos con los elementos de higiene básicos para garantizar los protocolos de bioseguridad.
El COVID no desaparecerá y tendremos que convivir con él por el resto de nuestras vidas, vacunarnos – para garantizar en la medida de lo posible la inmunización de rebaño- y contar los recursos para mantener las medidas de protección e higiene nos ayudaran a ir retomando la presencia en las escuelas con menos aprensión y con la libertad que da la confianza.
No olvidemos nunca que los padres “priorizarán la salud de sus hijos por sobre su educación” aun sabiendo y reconociendo el impacto que negativo que puede tener en su proceso de aprendizaje y su futuro en general. Es un aviso claro al gobierno de que “deben ser capaces de crear y mantener espacios públicos seguros para todos sin escatimar recursos, pero por sobre todo SIN EXCUSAS”
Ya bien dijimos antes “la confianza de la comunidad se gana con esfuerzo y se logra mediante la transparencia total y el realismo de las expectativas”. Que el afán desmedido de éxito no ponga en juego algo tan importante como la salud de nuestros niños y niñas.
Porque si bien nos hace mal una crisis de credibilidad del sistema, perder a uno de nuestros alumnos o docentes, es irreparable.