BARCELONA.— Con el cuerpo y el cerebro debilitados por los efectos de la escasez de oxígeno en la altitud descomunal del Himalaya, incluso los montañistas más resistentes que escalan por las peligrosas laderas del Everest suelen moderar su celebración para privilegiar un merecido descanso.
No es el caso de Kilian Jornet. De algún modo, a este español le sobraba algo de energía.
“Mi plan original era subir una vez”, dijo Jornet a The Associated Press durante una entrevista reciente en Barcelona, un par de horas al sur de los Pirineos, donde creció. “Cuando descendía pensé ‘bueno, tal vez podríamos aprovechar algunos días antes de marcharnos’. Quería subir otra vez”.
Así, el hombre que ha sacado a la luz el deporte del atletismo de alta montaña emprendió un segundo ascenso en un periodo de seis días, hasta la cumbre más alta del mundo.
No es que Jornet tuviera algo que demostrar. Pese a verse aquejado por una infección gastrointestinal que le provocó vómitos y calambres durante la escalada, logró su primer ascenso por la cara norte del Everest desde el campamento base, cerca del monasterio de Rongbuk a 4.100 metros en el Tíbet.
Conquistó la cima, a 8.848 metros, alrededor de la medianoche del 21 de mayo, en 26 horas de esfuerzo ininterrumpido. Se trata del mejor tiempo del que se tenga registro en esa ruta sin el uso de tanques de oxígeno, de acuerdo con la Federación Internacional de Atletismo de Alta Montaña.
Para el 27 de mayo, Jornet se había recuperado lo suficiente para subir por segunda vez desde un campamento de avanzada, a 6.400 metros. Pasó de largo por tres campamentos donde los montañistas suelen descansar, y llegó a la cumbre en 17 horas, apenas a 15 minutos del récord impuesto en 1996 por Hans Kammerlander.
Esa escalada suele requerir mucho más tiempo, algo así como cuatro días completos.
Jornet no lamenta haberse quedado a poco del récord de Kammerlander. Por el contrario, destaca que su conquista del Everest culmina una misión personal para ascender a las cumbres más intimidantes del mundo.
“Para mí, los tiempos siempre son un pretexto”, dijo Jornet. “Fue interesante ver si era posible subir y bajar, escalar los montes del Himalaya como lo hacemos en los Alpes, en las Rocallosas o en algunos senderos acá, porque no se necesita una gran infraestructura ni logística. Lo único que necesitas es tu mochila, y si hay buen tiempo, puedes escalar y en unos días puedes hacerlo de nuevo”.
Sí, se puede, en caso de que alguien sea un superhombre como Jornet.
A sus 29 años, llegó a la cima del Everest sin ayuda de otros montañistas, sogas fijas ni botellas de oxígeno que mitigaran los efectos devastadores de la altitud mayor a 8.000 metros.
Sólo unos 200 montañistas han llegado al “tejado del mundo” sin el uso de oxígeno complementario desde 1978, cuando Reinhold Messner y Peter Habeler lo lograron por vez primera. Antes de que esos pioneros demostraran lo contrario, se pensaba que la falta de oxígeno a semejantes alturas representaba una muerte segura.
Y apenas unas 20 personas han subido dos veces al Everest, como Jornet.
Con o sin tanques de oxígeno, el Everest sigue siendo uno de los lugares más peligrosos del planeta. Se han registrado casi 300 muertes en la montaña. Este año ha resultado particularmente mortífero, con la pérdida de 10 vidas hasta mayo, incluida la del renombrado montañista suizo Ureli Steck.
En vista de que recuperar los cadáveres reviste gran riesgo y costo, las laderas del Everest se han convertido en una suerte de cementerio.
Adrian Ballinger, experimentado montañista estadounidense, subía al Everest por vez primera sin oxígeno el 22 de mayo, cuando se encontró con Jornet, quien descendía.
“Pude ver el orgullo y la fatiga en sus ojos después del primer ascenso. Es verdaderamente impresionante hacerlo desde el campamento base de un tirón. A mí me llevó cuatro días”, indicó Ballinger, quien había subido ya a esta montaña seis veces con botella de oxígeno. “Lo grandioso es lograrlo dos veces en una semana. He escalado dos veces con oxígeno en una semana y me pareció increíblemente desafiante. En este caso debe ser devastador”.
Durante una entrevista telefónica con la AP, Ballinger opinó que el estilo de escalada de Jornet, con equipamiento mínimo, ha abierto nuevos horizontes en el alpinismo, igual que sus carreras de larga distancia en las montañas. Explica que, al viajar ligero y rápido, Jornet pasa menos horas en la “zona de la muerte”, donde hay poco oxígeno, y limita por lo tanto los efectos sobre su cerebro”.
“Veo que hay un potencial increíble”, añadió Ballinger. “Pienso que ellos van a superar todo lo que los montañistas considerábamos posible”.
Jornet dijo que incluso trató de correr un poco en el delgadísimo aire del Everest.
“En esta expedición hubo un día que fui andando hasta los 8.000 metros y probé hacer un sprint y subí corriendo”, contó. “Pues subes 50 metros corriendo y te tiras al suelo para recuperar, pero es por diversión”.