Escribir otra isla. Razonable homenaje a la literatura dominicana

Escribir otra isla. Razonable homenaje a la literatura dominicana

Guillermo Piña-Contreras.

Lo más elemental que puede decirse es que se trata de un libro cargado de interés, de gran valor para la literatura dominicana. Puede que este sea un juicio liviano, es cierto, pero resulta útil para iniciar un artículo en torno a una publicación que representa un apreciable esfuerzo en busca de visibilizar ante los ojos del mundo el patrimonio literario de que dispone nuestro país.

El libro Escribir otra isla. La República Dominicana en su literatura fue publicado en 2021, en España, como un esfuerzo de la Cátedra Pedro Henríquez Ureña de Estudios Literarios Dominicanos, del Departamento de Literatura Española e Hispanoamericana de la Universidad de Salamanca, con apoyo de nuestra embajada en España.

Entre los objetivos de la publicación figura la intención de “…oxigenar la crítica literaria dominicana con análisis novedosos de un archivo inexplicablemente ignorado”, según se afirma en la introducción de la primera edición. El libro hace énfasis en la crítica, cuya razón de ser es el análisis de la creación literaria. De nada serviría la crítica donde no hay producción intelectual.

En la primera edición de esta obra, aparecen escritores dominicanos —unos pocos, acaso cuatro de diecinueve—, junto a autores de otros países y personas adscritas a centros de estudios e investigación académica que ejercen la labor de crítica para textos dominicanos. Asombra observar cómo los autores procedentes de otras culturas resultan tan escrupulosos y agudos al enfocar temas de nuestra literatura.

Debo decir que esa primera edición tuvo como editores a Fernanda Bustamante, Eva Guerrero y Néstor E. Rodríguez. Ellos dividieron en dos períodos los temas del libro, el primero “Entre siglos y primera mitad del siglo XX” y el segundo “Segunda mitad del siglo XX y nuevo milenio”. Desde mi punto de vista, es obvio que el gran inicio y desarrollo de la literatura dominicana arranca en la segunda mitad del siglo XX.

Esto puede resultar chocante para algunos, puesto que en la primera mitad de ese siglo surgieron movimientos tales como el Postumismo, la Poesía Sorprendida y el grupo llamado Generación del 48, hasta ahora los clásicos de la poesía dominicana.

Este libro, el primero auspiciado por la Cátedra Pedro Henríquez Ureña de la Universidad de Salamanca, puede considerarse —vista la procedencia de los autores de los ensayos que lo componen— un producto de esa corriente internacional originada en centros académicos de Europa y Estados Unidos, de utilidad incuestionable para el estudio de la literatura y el pensamiento dominicanos.

En muchos de estos casos, figuran intelectuales agrupados en torno al nombre de Pedro Henríquez Ureña, con cátedras en universidades como la de Buenos Aires, la misma de Salamanca y en Italia, la Universidad de Milán, donde la unidad dedicada a los estudios dominicanos lleva el nombre de Marcio Veloz Maggiolo.

Este libro muestra, y lo infunde, optimismo respecto a la acogida de la literatura dominicana por parte de la crítica internacional. La publicación es constancia de que la literatura dominicana empieza a ser descubierta, pese al inexorable insularismo y la incomunicación con el único vecino, que habla una lengua diferente y muestra rasgos culturales muy distantes de los nuestros.

Este libro, presentado durante la pasada Feria Internacional del Libro por la Editora Nacional, rinde culto a la memoria de Pedro Henríquez Ureña, el más trascendente ensayista e investigador de la lengua y la literatura en nuestro país y en muchas naciones del ámbito hispanoamericano. Una revelación, para mí muy importante, ha sido que los dominicanos estamos también aprendiendo a valorar nuestra literatura.

El hecho mismo de que autores locales como Guillermo Piña-Contreras, Jochi Herrera, Fari Rosario, Néstor E. Rodríguez y Sandra Alvarado Bordas toquen con seriedad y profundidad asuntos relacionados con autores dominicanos es buen indicio. Una tarea pendiente para quienes escribimos debe ser la de exaltar las bondades de nuestro quehacer literario y frenar las descalificaciones hacia los otros autores.

Justo es señalar que, además de los autores mencionados, en el volumen colaboran Eva Guerrero, Alan B. Atouba Edjeba, Fernanda Bustamante Escalona, Rita de Maeseneer, Violeta Lorenzo Feliciano, Sharina Maillo-Pozo, María del Rocío Oviedo y Pérez de Tudela, Catherine Pélage, Catherine Sawyer, Marie Schoups, Eva Varcárcel y Ramón Antonio Victoriano Martínez.

Libros como este hacen falta en la bibliografía dominicana y el ejemplo dado por la Universidad de Salamanca, a través de su Cátedra Pedro Henríquez Ureña, debe y puede ser imitado por instituciones académicas de la República Dominicana, con la finalidad de resaltar la obra literaria y determinados momentos de nuestra literatura, como hace, por ejemplo, el maestro italiano Danilo Manera con la novela Trementina clerén y bongó, de Julio González Herrera, cuyo estudio abarca, no solo los problemas personales de González Herrera, como su presunta locura, alcoholismo, trujillismo y demás, sino que revela también el espíritu de una época que la crítica de Danilo Manera describe perfectamente.

Los ensayos incluidos en este libro muestran ostensible calidad, apego a la metodología de la investigación y -algo poco común- están escritos para deleitar a la vez que enseñan, respondiendo de esta manera al propósito del ensayo, que se expresa con el rigor de la ciencia, pero al margen de referencias cansonas o recursos fastidiosos.

La crítica, puede decirse, es consustancial con la creación, de ahí que la del crítico es una responsabilidad social. También puede afirmarse que la obra literaria se complementa con la crítica, ya que, con sus valoraciones, esta edifica y pone a los lectores en mejor situación de apreciar la obra: poemas, cuentos, novela. El no abordaje de un texto por parte de la crítica se torna en indiferencia y deviene, por vía de consecuencia, en juicio sobre la obra, con menos incidencia, desde luego, que aquellas ponderaciones negativas repletas de descalificaciones, y hasta diatribas contra el autor o autora. En el mejor sentido, la crítica literaria ilumina y hace más visible la obra.

¿De qué adolece el quehacer literario en República Dominicana?

Pues, de insuficiencia de estudios críticos. La opinión de un lector se transmite de boca en boca y puede llevar a amigos y relacionados a leer un libro e incluso a comprarlo. Pero la del profesional que ejerce ese oficio perdura y contribuye a fortalecer el corpus teórico del quehacer literario de la nación y sirve de apoyo al sistema educativo. Ha hecho bien el Ministerio de Cultura, a través de la Editora Nacional, en poner en manos de los dominicanos este libro cuya primera edición ha sido de circulación muy limitada y merece ser conocido aquí, en nuestro país, donde se han originado los temas tratados en el volumen. Escribir otra isla es un razonable homenaje a la literatura dominicana.

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