La mala fortuna, en ocasiones, parecería salir de cacería para ensañarse con la gente que solo se afana por vivir, de la mejor manera posible, cada día.
Ayer sucedió con treinta y seis personas que salieron de sus casas como en una mañana cualquiera de un miércoles que, para ellos, no tendría novedades. Sin embargo, para diez de ellas significó la visita de la parca y para otras 19 una estancia en el hospital. Los siete restantes, ilesos, tuvieron mucha suerte: volvieron a nacer.
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Aunque la vida es un soplo que puede irse en cualquier instante, en la República Dominicana se hace más literal al transitar por calles, avenidas y carreteras: son cementerios producto de la imprudencia.
La carretera Sánchez, en particular, tiene un monumento de cruces en nuestro imaginario: solo este mes han ocurrido cinco accidentes fatales (al menos cada dos días sucede alguno), lo que convierte el trayecto en una amenaza mortal para quienes lo transitan cada día.
Este año han muerto al menos 29 personas en accidentes con patanas. Muchas tenían gomas lisas o frenos gastados pero nadie las supervisó. Tampoco importó si iban muy rápido o se metieron mal. ¿Hasta cuándo las dejarán circular como quieren, a todas horas y por cualquier vía?