En la mente de la señora Pilar Montilla, viuda del arquitecto David Rodríguez, quien se suicidó en la sede de la Oficina de Ingenieros Supervisores de Obras del Estado (Oisoe), todavía no cabe esa idea. A un año de su muerte dice no asimilar cómo sucedieron las cosas.
A su esposo lo describe con un hombre de gran inteligencia, y la idea de que este se haya quitado la vida no le hace sentido, aunque la autopsia revela lo contrario. Le causa inquietud que nunca tuvo detalles de la escena en que su cuerpo fue hallado, y el hermetismo con que se manejaron algunas cosas del caso.
Hoy, a un año de la partida física del que fue su compañero de vida por 23 años, espera encontrar consuelo, y que las autoridades cumplan con las promesas que hicieron de dotarlos de una casa y salir del trauma judicial que envuelve su caso.
El arquitecto David Rodríguez resultó ganador de un concurso para la remodelación de una escuela en Peralvillo, Monte Plata. De acuerdo a las investigaciones, al sentirse engañado por los actos de corrupción en los que habrían incurrido dos empleados de la Oisoe, quienes le forzaron a asumir deudas, firmando cesiones de créditos, optó por quitarse la vida en un baño de esa institución.
Dejó una nota en la que señala a los señores Alejandro de los Santos y Joel Soriano, encargados de edificaciones escolares de la Oisoe, quienes junto a otros dos son acusados de integrar una “mafia” que a lo interno de la institución, presionaba a los contratistas a tomar créditos en financieras vinculadas y los forzaba con la amenazada de quitarle la obra, a firmar líneas de crédito.
De esa pesadilla que vivió su esposo, solo recuerda que este le decía que Joel y Alejandro lo engañaron y que tendría que poner un abogado. Pero por la naturaleza de David, que no era fácil de alterarse y perder la compostura, nunca vio en él un cambio de ánimo que le diera la alerta de la gravedad del problema en el que habían metido al arquitecto, que era asediado por los suplidores de los materiales y los trabajadores que reclamaban el pago.
A Pilar le tomará mucho tiempo superar la ausencia de su esposo, que cuando estaba en casa era colaborador, tranquilo y cafetero. Pero mientras eso pasa, lo que le quita el sueño es no tener un techo propio, que de estar con vida el padre de sus hijos, esa meta estaría bien encaminada.
De las cosas que la Oisoe prometió a la familia, otorgó la pensión y la matricula en una universidad a su hijo mayor, que siguiendo los pasos de su padre estudia arquitectura.
Esos recursos que recibe a penas le alcanzan para los gastos que implica la carrera del mayor, y la manutención de la familia, incluyendo el pago de alquiler de la vivienda. Pero que sean suficientes o no, eso no es lo que más le atormenta. Es no tener una casa, que fue una de las promesas.
Pero dice que aún con esto nada devolverá a su esposo.