Identificando estadistas del siglo XX que sirvieran de referencia al presente, sorprende el nombre del repúblico español Manuel Azaña entre otros de indiscutible inclusión como Winston Churchill, quien agrega a sus contundentes logros enseñanzas trascendentales: “el político se convierte en estadista cuando deja de pensar en próximas elecciones y comienza a pensar en próximas generaciones”.
Sorpresa, por el poco tiempo que Azaña ejerció roles de Estado con normalidad que impidieron obtener realizaciones; por haber protagonizado procesos revolucionarios resultando derrotado en circunstancias que, al decir de George Orwell, “la historia suelen escribirla los vencedores”; y porque el mismo, se autocuestionaba: “Yo no sé si soy estadista”.
Fue presidente del Consejo de Ministros (1931-1933) y de la Segunda República Española.
Su primer Gobierno fue calificado como bienio “socioazañista”. Su segundo (1936-1939) lo resistieron las Fuerzas Armadas, desatándose la guerra civil.
Asumió jefatura del bando republicano, siendo derrotado; exiliándose en Francia, donde murió y reposan sus restos.
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Como sus Gobiernos no pudieron alcanzar realizaciones propias de estadistas, su consideración como tal es atribuible a su pensamiento y oratoria.
Honrando su propia expresión: “en política palabra y acción son la misma cosa”.
Pero su militancia republicana, izquierdista, reformista y revolucionaria no le impidió reconocer errores de sus correligionarios.
Llegó a calificar políticas izquierdistas republicanas como “tabernarias, incompetentes, de amigachos, de codicia y botín, sin ninguna idea alta”.
El cuadro de las lanzas del pintor Velázquez fue motivado en la rendición de la ciudad neerlandesa de Breda ante españoles.
El burgomaestre, vencido, entrega llaves de la ciudad al vencedor arrodillándose; gesto que éste rechazó acogiéndolo generosamente como digno contendiente, no como contrincante.
Algo similar se observa en referencia del Azaña vencido sobre Franco vencedor. Llegó a señalar que “Franco no se rebeló contra la República sino contra la chusma que se había apoderado de ella”.
Es por alejarse de políticas tabernarias, de amigos incompetentes y codiciosos que convierten política en chusma, que Azaña es considerado estadista.
Ojalá disponer de estadistas como Churchill y Azaña.