Pregunta equivocada. Si cada gobernante mira al interior de su país podrá identificar las necesidades e intereses del mismo. En la realidad del mundo en que vivimos, si esos gobernantes giran su mirada hacia el mundo verdadero de hoy día, debieran comprender que el dilema no se expresa en términos de alinearse con una potencia o con otra. El conflicto entre ellas es algo que, con responsabilidad, deben resolver cada una de ellas enfocándose en la mejor conveniencia de la humanidad sin pensar en la dominación de ayer, ni en la de hoy y, mucho menos, en la de mañana.
La contundente e irreversible irrupción de China en el escenario global es una realidad que la inmensa mayoría del mundo reconoce y acepta, la ven como algo positivo, se adaptan a ello y le sacan provecho en interés de sus naciones.
Gobiernos identificados con Estados Unidos no dudan ni temen estrechar relaciones comerciales y de cooperación con Beijing, así como participar en las oportunidades que se desprenden del gran y ambicioso, muy objetivo, programa de la Franja y la Ruta de la Seda del Siglo XXI al cual se han incorporado 140 naciones y 29 organizaciones internacionales.
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Ecuador, identificado como el más cercano aliado de EEUU, confirma a China como principal socio. Ni el trumpismo de Bolsonaro fue capaz de alejar a Brasil de China. En el Caribe, China construye puertos y aeropuertos en islas sin que EEUU las invada ni bloquee.
Recurrir a pretextos de seguridad siguiendo la artimaña estadounidense para bloquear la libre competencia con las tecnológicas chinas reconociéndose, de facto, en desventaja, va en perjuicio de la nación que lo haga. Lo racional es convocar a libre licitación y adjudicar el proyecto, sin trampas, a quien haya presentado mejor oferta.
No se puede pretender ser capitalista y demócrata y asumir el proteccionismo y una dañina autocracia económica nacional. Las naciones no escogen, negocian con uno y con el otro con la mirada fija en el mejor interés nacional.
Los europeos, aliados incondicionales de Washington, negocian intensamente con China como acabamos de ver durante las visitas de los presidentes de España y Francia al gigante asiático.
Las inversiones europeas no se detienen y crecen. Han comprendido que es imposible desacoplarse de China como pretende la Administración norteamericana, pero a la que se rehúsa la mayor parte del empresariado estadounidense.
China es demasiado rica y poderosa para ignorarla.