Que se hayan cumplido diez años desde que, en un ejercicio de poder ciudadano inédito en nuestra historia reciente, se consiguió que los gobiernos cumplan con la ley y destinen el 4% del PIB para ser invertido en educación solo contribuye a que sean mucho más dolorosos y frustrantes los resultados de la Evaluación Diagnóstica Nacional 2022 que dice que nuestra educación preuniversitaria exhibe un estancamiento “en todo”, para decirlo con las escuetas palabras del ministro de Educación Ángel Hernández.
Que te digan que desde el 2013 el Minerd ha recibido RD$27 mil millones por concepto del 4% y los niveles de aprendizaje que exhiben hoy los estudiantes son los mismos que tenían en el 2012, como señala un estudio reciente de Educa, simplemente dan ganas de ponerse a llorar. Y de buscarle culpables a la desgracia, uno de nuestros deportes favoritos, un ejercicio que, como era previsible, no ha tenido ninguna utilidad ni resultados positivos.
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Pero hay que continuar haciendo las preguntas necesarias, las que importan, si queremos salir algún día del atolladero. ¿Qué es lo que seguimos haciendo mal que a pesar de las toneladas de dinero invertidos en educación continuamos empantanados en la mediocridad absoluta? ¿Qué es lo que nos falta por hacer para que por fin empecemos a movernos y avanzar hacia un futuro que no espera a nadie?
El ministro Ángel Hernández cree que los cuestionables resultados del proceso enseñanza-aprendizaje evidencian que la disciplina debe regresar a las escuelas públicas, por lo que exigió a maestros y directores asumir su responsabilidad de elevar la calidad de la docencia.
No hace falta mucha imaginación para atreverse a anticipar por dónde vendrá la respuesta de la ADP, como no la necesitamos tampoco para saber que ese tirijala, ese culparse mutuamente del penoso desempeño de la educación, es parte del problema, que ya se demostró, RD$27 mil millones después, que no se resuelve solo con dinero.