TOKIO. Los niños que viven cerca de la central nuclear de Fukushima han recibido diagnósticos de cáncer de tiroides en una proporción entre 20 y 50 veces mayor que los de otros lugares, según un nuevo estudio, una diferencia que los autores alegan socava la posición del gobierno de que sólo se han descubierto más casos en la zona debido a la estricta vigilancia.
La mayoría de los 370.00 niños en la prefectura de Fukushima ha pasado por pruebas con ultrasonidos desde la fusión de los núcleos en los reactores de la central de Fukushima Dai-ichi, golpeada por un tsunami en marzo de 2011.
Las estadísticas más recientes, conocidas en agosto, contienen sospechas o confirmaciones de cáncer de tiroides en 137 de esos niños, un número que subió en 25 pacientes respecto al año anterior.
En otros lugares, esa enfermedad sólo se presenta en aproximadamente uno o dos al año por cada millón de niños, según varias estimaciones.
“Esto es más de lo esperado y aparece más rápido de lo esperado”, dijo a Associated Press el autor principal del estudio, Toshihide Tsuda, durante una visita a Tokio. “Esto es entre 20 y 50 veces lo que se esperaría normalmente”.
El estudio se publicó esta semana en internet y aparece en el número de noviembre de la revista Epidemiology, producida por la Sociedad de Epidemiología Medioambiental, con sede en Herndon, Virginia. Los datos proceden de pruebas supervisadas por la Facultad de Medicina de Fukushima.
Comprender la relación entre la radiación y el cáncer es difícil: es científicamente imposible relacionar un caso de cáncer concreto con la radiación. Los análisis más exhaustivos con controles de rutina, como en Fukushima, llevan a descubrimientos más rápidos de tumores, lo que aumenta las cifras.
Justo después del desastre nuclear, el principal médico enviado a Fukushima, Shunichi Yamahsita, descartó reiteradamente la posibilidad de enfermedades inducidas por la radiación. Según el gobierno, los controles de tiroides se impusieron sólo por precaución.
Pero Tsuda, profesor de la Universidad de Okayama, señaló que los últimos resultados de las pruebas de ultrasonidos, que siguen en marcha, cuestionan la postura del gobierno.
El cáncer de tiroides en niños es una enfermedad que la comunidad médica ha conectado de forma definitiva con la radiación, después de la catástrofe nuclear de Chernóbil en 1986. Si se trata no suele resultar mortal y la detección temprana es un gran factor a favor, pero los pacientes necesitan medicación de por vida.
Los científicos están divididos ante las conclusiones de Tsuda.
La principal limitación del estudio es la falta de datos a nivel individual que estimen las dosis de radiación de los pacientes, señaló en el mismo número de Epidemiology el profesor Scott Davis, del Departamento de Epidemiología en la Facultad de Salud Pública en Seattle.
Davis se mostró de acuerdo con los hallazgos de la Organización Mundial de la Salud y UNSCEAR (siglas en inglés del Comité de Naciones Unidas sobre los Efectos de la Radiación Atómica), que realizaron pruebas en Fukushima y predijeron que la tasa de cáncer se mantendría estable, sin aumentos que pudieran atribuirse a la radiación.
Por su parte, David J. Brenner, profesor de biofísica de radiación en el Centro Médico de la Universidad de Columbia, opinaba de otro modo. Aunque estaba de acuerdo en que hacen falta estimaciones individuales sobre dosis de radiación, en una entrevista por teléfono afirmó que la tasa más alta de cáncer de tiroides en la región nipona “no se debe a los controles, es real”.
Las conclusiones sobre cualquier conexión entre la radiación en Fukushima y el cáncer ayudarán a determinar las indemnizaciones y otras políticas. Muchas personas que viven en zonas consideradas seguras por el gobierno han huido temiendo a las enfermedades, especialmente por sus hijos.
Una zona de 20 kilómetros (12 millas) a la redonda de la planta nuclear está considerada como área de exclusión.
Las fronteras se ven redibujadas constantemente conforme avanza la limpieza de residuos y tierra radiactiva, en un intento de que vuelva la mayor cantidad de gente posible. Se espera que desmantelar la central lleve varias décadas.