Etanol: sobre rieles del trabajo esclavo

Etanol: sobre rieles del trabajo esclavo

POR DOMINGO ABREU COLLADO
La industria azucarera en la isla de Santo Domingo nació de manos de la esclavitud, creció de manos de la esclavitud, tuvo sus florecimientos y decrecimientos de manos de la esclavitud y trae consigo el estigma de la esclavitud. Aunque no haya grilletes, ni esclavitud como clase social ahora, el trabajo esclavo se mantuvo.

Tanto en la parte francesa como en la parte española de la isla –marcando bien la diferencia – la producción de azúcar de caña se cimentó sobre la esclavitud. Luego de la abolición de la esclavitud como institución socio-económica quedó el trabajo esclavo en los cañaverales como último recurso de supervivencia. Por eso la caña huele a trabajo esclavo, y solamente un cambio real en el manejo de su industrialización hacia la producción de Etanol en relación con los trabajadores puede cambiar el aspecto esclavista de su presencia en nuestra historia económica.

Las familias esclavistas, dueñas de cañaverales, esclavos e ingenios, vivían mejor que nadie en la isla, y hubieran preferido mantenerse así hasta los tiempos modernos. Pero la rebelión de los esclavos les echó por tierra sus planes.

Los herederos de los antiguos esclavistas, dueños actuales de cañaverales, ingenios y del viejo sistema empleador de haitianos, viven mejor que nadie en la isla, y preferirían mantenerse así hasta el fin de los siglos. Pero el Etanol y las nuevas relaciones de producción pueden echar por tierra sus planes.

Las nuevas relaciones de producción para la diversificación de la producción cañera no pueden ser ordenadas ni manejadas por la misma gente que ha mantenido el semi-esclavismo en la producción azucarera. La industria cañera para la producción de Etanol, por ejemplo, no puede utilizar los mismos rieles sociales sobre los que se ha venido deslizando durante los últimos 70 años.

La historia del azúcar de caña en la República Dominicana comenzó con la eliminación de los bosques de las zonas llanas, tal y como se narra en “El Libro Azul” editado en 1920 por la Compañía Biográfica, una subsidiaria de la “Pan-American Publicity Corporation”: ”Los bosques desaparecían para ser reemplazados por cañaverales. Las cabañas campesinas transformábanse en enormes bateyes de los ingenios, y cada año era diferente y mejor que el anterior el aspecto de la región”.

Sobre los bateyes la descripción es como para haber querido vivir en ellos de por vida: “Cada uno de los bateyes de los ocho ingenios de Azúcar de la Común, es una población grande y bien servida, con acueducto, calles, alumbrado eléctrico, escuelas, mercado, fonda, policía, tiendas, etc.” Es decir, la industria azucarera a partir de la caña garantizaba una calidad de vida envidiable en los bateyes, mientras que en la ciudad la proyección de crecimiento económico y desarrollo no dejaba lugar a dudas de que San Pedro de Macorís se encaminaba a convertirse poco menos que en una potencia económica del Caribe.

“La actividad laboriosa de la Provincia de San Pedro de Macorís en los meses de zafra, es asombrosa, y convence de la eficacia del capital y del trabajo invertidos en honradas empresas. Como la piedra arrojada al agua, que pone en movimiento con un solo golpe millares de ondas concéntricas, cada una mayor que la otra, así el dinero lanzado a la circulación por los ocho ingenios, en los membrudos brazos del trabajo, se multiplica hasta lo infinito, vitalizando las industrias que parecen más desconectadas con la producción de azúcar, y que, por las circunstancias económicas de Macorís, son, en realidad, industrias secundarias de aquella”.

¿Puede la realidad de los bateyes de San Pedro de Macorís y sus ingenios demostrar que lo dicho en 1920 es lo que resultó hoy día?

Macorís y el azúcar en 1915

“En 1915 la industria azucarera de Macorís tenía 166,088,817 metros cuadrados de tierra sembrada de caña; 51,568,980 sembrados de pastos; 9,890 caballos de vapor; 4,214 animales de trabajo; 41 locomotoras; 1,747 carros de ferrocarril y carretas; 65 kilómetros de caminos interiores de fincas; 42 establecimientos comerciales; 34 embarcaciones fluviales; 35 empleados técnicos; 48 de oficina; 9,110 jornaleros; 1080 casas y 254 kilómetros de ferrocarril de vía estrecha. En la zafra de 1916-1917 fabricó más de cien millones de kilos de azúcar, y exportó 98,776,162 kilos”.

Esta descripción pudiera ser comparada con cualquier otra descripción de cualquiera de nuestras ciudades azucareras en sus respectivas épocas de gloria: Puerto Plata, La Romana, Azua, Barahona…

Pero los resultados para el final de ese siglo no podían ser más desastrosos, tanto en las relaciones económicas internas como en las relaciones sociales.

Los buenos augurios de la industria azucarera no se quedaban en números. En “El Libro Azul” se destacan los resultados del progreso económico en proyección hacia la educación de la siguiente manera: “Como a la vez se realizan esos progresos económicos, la Instrucción Pública adelanta, de manera que ya hay escuelas primarias para todos los niños de la Provincia, no se puede menos que considerar a Macorís como el centro de más vigorosa civilización del país”.

¿Puede considerarse a San Pedro de Macorís en estos momentos la resultante de tanta eficacia educacional y centro de la civilización del país?

Ahora, los resultados para las familias propietarias de los ingenios sí fueron definitivamente halagadores y convincentes del desarrollo y el crecimiento económico, pero no para la población de San Pedro de Macorís, y mucho menos para los miles de cocolos y haitianos que murieron y mueren en los bateyes.

La industria del Etanol de caña

Igual que ocurrió a principios del siglo 20 con la industria del azúcar, ahora, a principios del siglo 21, regresa la promesa del gran desarrollo y el crecimiento económico a partir de la producción de Etanol. Pero hay más. Tanto el progreso prometido como el crecimiento económico propuesto vienen acompañados de la gran preocupación ambiental.

Los empresarios que fueron (y son) del azúcar se visten ahora de defensores del ambiente y gente preocupada por el calentamiento global. Pero también se “preocupan” por los nuevos bateyes.

Igual que a principios del siglo 20 se habla, no de bateyes, sino de urbanizaciones para  una población bien servida, con acueducto, calles, alumbrado eléctrico, escuelas, mercado, tiendas, etc. Imposible que se utilice de nuevo el término “batey”, aunque en realidad van a ser lo mismo, simplemente porque la mentalidad empresarial azucarera es la misma que hace cien años. ¿Por qué habría de cambiar si les dio tan buenos resultados?

Ahora comienza la historia de la industria del Etanol a partir de la caña. Pero el deseo de los verdaderos ambientalistas y ecologistas es que no se repita la historia del azúcar a partir de la caña. Pero para que eso no ocurra tienen que establecerse bases socio-económicas diferentes a las del siglo recién pasado. Para que en la nueva utilización de la caña desaparezcan los bateyes y el trabajo esclavo es necesario elevar el nivel de la discusión en torno a la calidad de vida de los operarios de campo (braceros) y los operarios industriales (obreros).

Para que haya una conciencia ambientalista en el manejo de tierras y sembrados, entre braceros, obreros, empleados y patronos, tiene que existir un nivel de educación ajustado al manejo de la información sobre la situación ambiental del planeta. No se puede manejar la industria del Etanol con los antiguos y huecos slogans del “progreso asegurado” y el “gran crecimiento económico”.

En otro orden, SOECI

El Ayuntamiento Municipal de Moca de la Sociedad Ecológica del Cibao subscribieron un acuerdo interinstitucional mediante el cual ambas entidades se comprometen  a trabajar sobre la base de objetivos comunes, en acciones que beneficien la calidad ambiental del municipio.

Con el acuerdo, aprobado por la Sala Capitular y rubricado por el Sindico Mocano, Dr. Guarocuya Cabral y el presidente de SOECI, Nelson Bautista, las entidades cibaeñas se proponen trabajar en diversos aspectos, tales como el apoyo técnico para el establecimiento de la Unidad de Gestión Ambiental Municipal (UGAM), asesoría en la planificación del sistema de disposición final de los desechos sólidos, el saneamiento del río Moca, fortalecimiento institucional de organizaciones comunitarias y otras acciones puntuales.

Al resaltar la trascendencia del convenio, el ejecutivo municipal de Moca expresó su satisfacción y positiva expectativa ante los potenciales frutos de esta alianza con una institución del prestigio y la trayectoria con que cuenta la SOECI. En tanto que el Presidente de la entidad ambientalista del Cibao  ponderó la actitud del cabildo Mocano de interesarse por una adecuada gestión ambiental en esa demarcación, al tiempo de resaltar que este acuerdo se enmarca dentro de todo un programa de apertura institucional que busca potenciar alianzas estratégicas en favor del Medio Ambiente y los Recursos Naturales.

Como testigos y auspiciadores del acuerdo, en representación del CURSA-UASD también habló el Lic. Radhamés García quien  resaltó la trascendencia de este tipo de convenios y valoró la disposición de las partes en emprender acciones en beneficio colectivo, citó el director del CURSA que recientemente se han firmado acuerdos previos entre la UASD y el Cabildo Mocano, además de que está en proceso la firma de otras propuestas con la SOECI.

El acto tuvo lugar en el salón de sesiones del Palacio Municipal del histórico municipio Mocano y al mismo asistieron los honorables regidores, autoridades provinciales, instituciones locales, periodistas e invitados especiales.

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