Ética ciudadana vs ética pública

Ética ciudadana vs ética pública

Rosalía Sosa Pérez, vicerrectora de Extensión de la UASD. (Foto de archivo).

Cada 29 de abril se despliegan una serie de actividades con motivo del Día Nacional de la Ética Ciudadana, con el propósito de resaltar los principios y valores que deben guiar las conductas de las personas en su desempeño público y privado.

Este ejercicio no debe ser solo cada 29 de abril, sino todos los días en donde debemos entender la importancia del respeto a sí mismo y a los demás. Cuando una persona no se respeta a sí misma no se puede esperar respetar a los demás. Entender esta reflexión es difícil en una sociedad en que las virtudes y los valores se los exigimos a los otros y no nos miramos en un espejo para reflexionar que es lo correcto e incorrecto de nuestro diario vivir.

La ética como sistema de valores guía el comportamiento y permite tomar decisiones, de lo que está bien o lo que está mal, dentro de un marco moral que tomamos como punto de partida lo que nos han enseñado y lo que hemos podido aprender, pero que tiene que retroalimentarse para mejorar nuestro entendimiento de lo que debe ser correcto.

Puede leer: La publicidad gubernamental como guerra blanda

En el ámbito público, la ética establece principios y normas obligatorias que se deben cumplir y hacer cumplir para el buen desenvolvimiento de la misión institucional

Para ello se desarrolla un marco normativo que se le denomina Código de Ética o Código de Comportamiento Ético, el cual debe ser obligatorio para todos los integrantes de una institución pública, correspondiendo a un Comité o Comisión la responsabilidad de gestionar y aplicar las medidas necesarias para asegurar la operatividad y efectividad de las normas en cuestión.

Cada servidor público debe conocer y actuar en función de los principios que rigen su desempeño; desde la cortesía o la discreción hasta la vocación de servicio o el uso efectivo de los recursos públicos. Para algunos, es una pérdida de tiempo; para otros, es el norte que debe regir al servidor público bajo una cultura de gestión humana claramente definida por la institución, con el propósito de generar confianza y credibilidad de la ciudadanía, destinataria final del servicio que se ofrece.

Las normas que conforman el Código de Comportamiento Ético adquieren importancia cuando son socializadas y asimiladas, convirtiéndose en hábitos colectivos, columna vertebral de la conducta del servidor público con lo que se garantiza el cumplimiento de la misión institucional.

Cuando una persona ingresa a una institución pública se debe de poner a su conocimiento la cultura institucional y los términos, misión, valores y principios éticos de conducta que la rigen, en el entendido que el cumplimiento es obligatorio para contribuir a un ambiente laboral en el que se garantice el respeto, la confianza y la credibilidad del servicio que se ofrece.

Bajo el entendimiento claro de lo aprendido, debe de firmar una carta compromiso, comprometiéndose a cumplir y respetar las normas éticas, así como participar en el fomento de un ambiente laboral idóneo y con vocación de servicio. Cada año se debe impartir de 6 a 8 horas, para repasar el compromiso adquirido, la conducta que debe exhibir, las prohibiciones, incompatibilidades y el sistema de consecuencias.

Este aprendizaje que adquiere el servidor público, también lo comparte en la relación personal con sus pares, a los fines de fomentar una cultura de valores en el plano personal. Esta reflexión es una invitación a mirarnos y observar nuestro entorno, en el entendido de que la ética se aprende y ese conocimiento debe cada día renovarse para que nuestro comportamiento sea cada día mejor.