En lo relativo a la ética y la transparencia, Juan Pablo Duarte es el modelo por excelencia; y al mismo tiempo, pionero e impulsor de esos valores en la República Dominicana.
El 4 de febrero de 1844, desde su exilio en Curazao, y como respuesta a una carta de Francisco del Rosario Sánchez y de su hermano Vicente Celestino Duarte, en la que le pedían recursos para la lucha independentista, escribió a su madre y hermanos:
“El único medio que encuentro para reunirme con Uds., es independizar la Patria; para conseguirlo se necesitan recursos, recursos supremos, y cuyos recursos son, que Uds., de mancomún conmigo y nuestro hermano Vicente, ofrendemos en aras de la Patria lo que a costa de amor y trabajo de nuestro padre hemos heredado. Inpendizada la Patria puedo hacerme cargo del almacén , y a más, heredero del ilimitado crédito de nuestro padre, y de sus conocimientos en el ramo de la Marina, nuestros negocios mejorarán y no tendremos por qué arrepentirnos de habernos mostrado dignos hijos de la Patria”.
La expresión más llamativa de esa conducta se produjo, en marzo de 1844, cuando la Junta Central Gubernativa lo envió al Sur, luego del triunfo de las tropas dominicanas frente a las haitianas, en la Batalla de Azua. Tras el diferendo con el general Pedro Santana sobre qué estrategia seguir en la nueva etapa de la lucha dominico-haitiana, la Junta le ordenó su regreso a la Capital.
Puede leer: Nuevas claves del triunfo de Bosch en 1962
El informe que Duarte remitió al Gobierno acerca de sus gastos en la expedición a Sabana Buey, Baní, constituye el primer documento de verdadera transparencia sobre el destino de fondos públicos. Había recibido un mil pesos. Al tesorero nacional de entonces, Miguel Lavastida, le detalló los gastos de la manera siguiente:
“Por gastos hechos en el camino:1.00; por raciones para el Estado Mayor: y agregados a él desde su salida de Santo Domingo y su vuelta, 14 hombres sin contarme yo: 36.12; para papel blanco: 1.00; para 8 militares y bastimento: 1.00; al sargento Capriles, una ración atrasada: 50.00; para maíz: 2.00; al batallón Castillo por su buen comportamiento con los habitantes sin estar racionado, gratificación: 10.00; al comandante Rafael que estaba enfermo, para alimentos: 1.50; para la tropa, plátanos y raciones: 2.00; plátanos para racionar la tropa: 6.00; por un novillo para racionar la tropa:20.00; un quintal de azúcar para la tropa:4.00; por 4 platos de hoja-lata para la tropa:4.00; por 2 cueros para las cajas de la tropa:3.88; al capitán Martin Girón, enfermo: 16.00; al señor Ramírez, miembro de la Central: 10.00. Total: 173.00. Entregados a la Junta: 827.00. Total que recibí de la Junta: 1.000.00”.
A través de Duarte llegaron recursos económicos a la Guerra de la Restauración: primero, el apoyo directo de Antonio Guzmán Blanco, representante del Ejecutivo venezolano, entregado al Padre de la Patria en sus propias manos.
Sin embargo, al regresar a Venezuela desde el escenario de la Guerra Restauradora, en septiembre de 1864, con el objeto de obtener nuevo apoyo de los venezolanos, la coyuntura no fue favorable. Entonces, Duarte se decidió por “una colecta pública”, como hemos detallado en artículos recientes, bajo el título de “Duarte en la Restauración.”.
Con Melitón Valverde, que compartía con el Fundador de la República la misión diplomática en Venzuela, envió 806.96 pesos al Gobierno Provisorio de la Restauración. Y nueva vez, el Gobierno venezolano hizo otro pequeño aporte a la causa nacional: 300 pesos. En cuanto a la colecta pública, luego llegaron otras partidas que, al no poderse enviar, fueron devueltas a los contribuyentes.