En la Pascua Florida del 2014 un grupo de haitianos participaba en una ceremonia de vudú, que incluía un gagá, arrojó al suelo la Bandera Nacional, bailó alrededor de ella y la llenó de palos en forma de cruz. Ocurrió en Juan López, Moca.
No pasó nada. Sometieron a dos haitianos que viven ilegalmente en el país y dictaron orden de prisión por un mes. ¡Valiente condena! Eso se quedó así.
Francia, Estados Unidos, la Organización de Estados Americanos, la Organización de Naciones Unidas ni los haitianófilos del patio, reclamaron, exigieron, demandaron ni decidieron poner las cosas en orden ante la pasividad y complicidad de las timoratas autoridades nacionales.
Haitianos convertidos en turbas desenfrenadas, dos veces este año, han asaltado y ocupado el Consulado dominicano en la frontera noroeste, echado los funcionarios consulares e irrespetado la Bandera Nacional.
El Manifiesto de enero de 1844 denuncia la ocupación extranjera y proclama la Separación de Haití. Comenzamos esta larga jornada por conquistar un lugar independiente bajo el sol.
Peleamos contra todos los ejércitos que han hollado el suelo de la Patria, que tenemos Patria y la vamos a tener porque mantenemos el espíritu viril y decidido de quienes proclamaron la República y de los que la defendimos después.
Una comparsa de haitianos despertó el Baluarte de El Conde antes de que el sol saludara la Bandera Nacional. El ritmo, los gritos, los vestidos multicolores y el toque de los tambores, recuerda la consigna del túmbulu túmbulu de los tambores que avisaron a los esclavos el inicio de su avalancha de tierra arrasada, que acabó con el dominio francés y destruyó la base económica de la colonia porque “en la parte Este hay suficiente tierra para los dos”.
Vinieron con Toussaint, volvieron en 1822, se quedaron hasta que fueron rotas las cadenas en 1844, cuando el pueblo dijo ¡Basta ya! Se impuso la Separación como si fuera la Independencia, pero no bastó.
Volvieron, asesinaron, arrasaron, fueron echados hacia su tierra, pero es más dulce el mango cultivado en el cercado ajeno.
Cuando salí esta mañana, los vendedores de cuanta cosa se comercia en las calles, cuidadores de carros, vendedoras de periódicos, quienes ofrecen tarjetas para teléfonos, fruteros, limpiadores de cristales de vehículos, un creciente número de servidores domésticos, trabajadores de las vaquerías y de la agricultura, los trabajadores de la construcción, son haitianos.
Están logrando sigilosa y permanentemente, con la presión de países poderosos, la complicidad de criollos enceguecidos y un extraordinario despliegue de prensa, su propósito de convertir la isla en un desierto, eso, si lo permitimos.
¡Aún hay Patria, Viva la República Dominicana!
¡Qué linda en el tope estás,
Dominicana bandera!
¡Quién te viera, quién te viera,
más arriba! ¡Mucho más
¡Felices fiestas del Día de la Independencia!