A nuestra amiga Mariela Vicini
-II/III-
En la primera entrega de esta serie tratamos sobre las primeras señales hacia un populismo político-económico en gran parte de Europa, a causa de una especie de guerra sociocultural, política y económica. En esta, abordamos la situación de la clase media y trabajadora cuyos beneficios han estado relativamente estancados comparándose con los más ricos.
La incapacidad de Alemania para llegar a un acuerdo sobre una coalición, desde la votación en septiembre de 2017, aumenta la probabilidad de otro comicio y muestra cómo la fragmentación política de los países de Europa llega hasta los más importantes países miembros de la Unión Europa, afectando la capacidad para dar forma al cambio necesario. La principal causa del problema socio político en Alemania proviene del alto flujo de emigrantes; en apenas dos años han ingresado cerca de 1.2 millones de inmigrantes y refugiados que vienen de países no democráticos, creando una reacción negativa en un segmento importante de los alemanes.
En el aspecto sociocultural, las redes sociales magnifican el alcance de las retóricas ofrecidas por movimientos populistas y noticieros tendenciosos. Se puede destacar el reciente escándalo del entramaje mediático ruso que, encontrando apoyo en movimientos populistas para potenciar su rol en el panorama internacional, reduce la cohesión de las naciones europeas y debilita la fortaleza de la OTAN con el propósito de lograr su impacto geopolítico a través de unidades de desinformación.
Esta feroz hiperconectividad, junto a la aprehensión, antes explicada, en los movimientos populistas, lleva a estos a promover visiones simplistas del mundo donde el libre comercio y la inmigración representan un peligro para la identidad cultural, profundizando el sentimiento populista de las naciones más conservadoras.
Estos movimientos ganan atracción porque se apoyan en hechos reales, pero incompletos. Ciertamente, el libre comercio incentiva la externalización de la producción a naciones con costos más baratos, sin embargo, también la tecnología disminuye empleos al sector manufacturero.
Para poder contrarrestar la sombra del populismo de derecha, que está abarcando una gran parte de la economía europea y mostrando gran auge en los cambios de paradigmas de la Unión, serán necesarios cambios profundos. Los dirigentes políticos deben apostar por la coherencia y cohesión. Es necesario admitir la complejidad de los tiempos actuales, que exigen una real democracia representativa, donde exista una genuina conexión de la élite con la clase media y trabajadora. La idea implícita del populismo es la supremacía de la voluntad del pueblo. No obstante, esta no se sostiene en el raciocinio, puesto que carece de las informaciones necesarias para lograr un crecimiento justo.
Podemos señalar naciones como Hungría y Polonia, cuyo populismo de ultraderecha se manifiesta de manera cuasi autocrática desafiando las reglas de la Unión Europea y limitando algunas libertades civiles. Los expertos están divididos sobre si la ley y la justicia de Polonia y la Fidesz de Hungría son verdaderamente radicales, ambas partes aprovecharon claramente las cuestiones relacionadas con fines políticos. Un panorama político más fracturado se muestra en Rumania, donde las tensiones nativistas son evidentes en varios partidos, impidiendo que alguno de ellos emerja como un verdadero competidor en ese extremo del espectro.
En los últimos 10 años, se acentuaron el malestar cultural, social y económico afectando la cohesión de Europa, debilitando así la capacidad de respuesta hasta ahora. En el ultimo año y medio hubo una mejoría económica moderada, pero por debajo de los crecimientos antes del inicio de la crisis del 2008. ¿Es posible avanzar a mediano y largo plazos en el plano social, económico y político de la Unión Europea sin una reforma de los actuales tratados, sin una mayor integración política? Esta es una pregunta fundamental que procederemos a contestar el tercer artículo de esta serie.