De la brillante exposición del Ministro de Hacienda, Donald Guerrero, entrevistado en el Almuerzo del Grupo de Comunicaciones Corripio la semana pasada, destacó la evasión fiscal. La calificó de exageradamente alta y dijo que es imprescindible enfrentarla para reducir el déficit fiscal. Y no se le apretó el pecho para proclamar que evadir impuestos equivale a robar.
Se preguntó: “¿Qué es evadir impuestos? “Es robar”, contestó. Y argumentó: “Nos quejamos de que Odebrecht cometió un asalto al Estado Dominicano y dio sobornos por US90.0 millones, pero aquí se evaden casi US150.0 millones que se quedan en los bolsillos de quienes no pagan impuestos. Y eso es corrupción. ¿Y quién la encabeza? El sector privado y profesionales; al Estado también se le roba por esa vía”.
Su explicación contiene un sesgo trascendente al reconocer que “vivimos en un país en el cual tradicionalmente ha sido muy difícil pagar impuestos, la gente se resiste a eso; pero si se presta para una protesta, para decir que el gobierno es corrupto y que los políticos son corruptos. Pero a la hora de pagar sus impuestos, no”. Ilustró su aserto dando por sabido que aquí hay empresas que tienen diez años quebradas, pero los dueños se reparten bonificaciones anuales muy altas.
Creo que a la luz del discurso de Guerrero, la administración del Presidente Danilo Medina está compelida a iniciar cuanto antes una profunda reforma fiscal donde la evasión sea un punto de discusión crucial. Un acuerdo que aumente las recaudaciones, pero sin subir impuestos, pues para poder cumplir con las expectativas presupuestarias futuras los ingresos deben remontar, según cifras de Guerrero, entre $120 y $130 billones y relanzar la presión tributaria hasta 19%. El problema es de ingresos.
Hace falta una campaña contra la evasión fiscal.