Los hábitos de la salud lo ha suicidado el sistema financiero. A la bata blanca y el estetoscopio al hombro le han trabajado de forma progresiva la desesperanza, la inseguridad y deshumanización. Cada joven que decidió estudiar medicina, le motivan varias cosas: la sensibilidad por servir, practicar el altruismo, vivir la empatía por el otro, asumir un propósito de vida sano, defender la vida y tener una vida digna a través de una ocupación de servicio digno, alcanzar la posibilidad de lograr vivir decente y orgulloso de lo que estudió; devolverle a su familia, a su comunidad y su sociedad lo que han invertido en su profesión.
La medicina es una carrera larga, costoso, dura, agotadora, estresante, riesgosa, con episodios de alegría, dolor, sufrimiento y aflicción. Terminarla es un desafío que pocos logran sobrevivir; más de la mitad de lo que la inician desertan, sólo los que insisten persisten y resisten en sus escuelas logran el objetivo.
Parte de una vida se logra madurar entre libros, prácticas, socialización, competitividad, estrés, miedo, orgullo y coraje de atreverse a ser diferente en sociedades que estimulan el aprendizaje del facilismo, la cultura de la prisa, el relativismo ético, la inseguridad y la falta de oportunidades. El médico/a joven que logra entrar a una residencia médica empieza a vivir los maltratos psicoemocionales, económicos, de grupos, acoso moral y sexual, carencias de horas de descansos, de docencia supervisada, alimentación y ambientación adecuada, trato digno y humano, condiciones de trabajo y de vida laboral sin calidad y calidez. La vida dura hospitalaria y los salarios de sobreviviente, más un servicio precario, deshumanizado, desensibilizado que se practica en la dinámica hospitalaria dominicana, lleva a la ruptura de la empatía, el altruismo y la afectividad en la formación del médico joven.
La medicina y el servicio de salud son las áreas de servicios sociales y humanístico que menos se planifica, se invierte y se gerencia para hacerlo universal, de calidad y preventivo a los grupos más vulnerables. Los servicios de salud han pasado a ser servicios de inversión en la salud, que produce inequidad, desigualdad y exclusión dependiendo de su nivel de ingreso social.
Ahora, los actores desensibilizados del sistema, junto al sistema financiero, a los grupos de elites que van reduciendo y planificando la vida para distanciar más el ingreso, las oportunidades y aumentar más la brecha entre las clases sociales, han planteado un examen único para que el médico joven egresado de universidades tenga que optar por un examen que de no aprobarlo se quede atrapado y frustrado entre el absolutismo, el totalitarismo y la exclusión de un sistema insolidario y desigual que expone a vivir en la miseria a cientos de jóvenes que decidieron estudiar para cambiar sus vida y la de sus familias. El examen único tiene el propósito de excluir a los jóvenes de menos ingreso con menos oportunidades, de los que no pueda pagarse una especialidad fuera del país. Imponer y legislar por el examen único es un maltrato socio económico, emocional, psicológico y existencial, que expone a cientos de jóvenes médicos a vivir desiguales, pobres, marginales y excluido, produciendo como consecuencia el resentimiento social, el escapismo social, la depresión, trastorno de ansiedad, ataque de pánico, suicidio, inadaptación social, frustración, desintegración familiar, abandono de proyecto de vida, entre otras consecuencias.
La respuesta al desorden y la falta de planificación en el ingreso a universidades, la certificación en la enseñanza de la medicina y la falta de diversificación en la ciencia de la salud no puede el sistema atrapado y los congresistas culpar a los jóvenes médico y castigarlo para un examen único que sirve de exclusión, de colador y de diferenciación entre universidades, sistema de salud y clases sociales, etc.
A los jóvenes médicos hay que darle oportunidades, esperanza, trabajo digno, mejor inversión en el gasto en salud, y crearle las oportunidades de una gerencia en salud de calidad y con calidez, eficiente, que humanice el sistema, pero que jamás maltrate, dañe y excluya a los más débiles, les pongas hacer filas, y el sistema financiero y el negocio de la salud decidan el futuro, la autoestima y la felicidad de jóvenes profesionales que tiene derecho a vivir en la tierra donde nacieron y a trabajar de lo que estudiaron.