La campaña titulada “Educación Seguridad Vial”, emprendida por DICOM, la Dirección de Comunicaciones de la Presidencia, que dirige el avezado sociólogo Roberto Rodríguez Marchena, debe calificarse de excelente, dado su contenido orientador, descriptivo e ilustrativo, así como el objetivo esperanzador que entraña: sensibilizar a la población acerca de la tragedia que representan los accidentes de tránsito.
Existen sobradas razones para la ejecución de una campaña tan oportuna y de tal magnitud, pues la República Dominicana destacase globalmente por elevadas cifras de muertes en accidentes de tránsito. Somos de las escasas naciones donde se puede manejar ingiriendo bebidas alcohólicas, o borracho, sin temor a sufrir la sanción prevista en la ley. Usted puede detener su vehículo grande, liviano o pequeño, desmontarse, comprar la cantidad de bebidas espirituosas que desee y seguir circulando. La prueba de alcoholemia es inexistente.
Somos el primer país de América Latina o el Hemisferio Occidental, y el segundo del mundo, con la mayor cantidad de muertes en accidentes de tránsito al año: 29.3 personas por cada 100,000 habitantes. Solo en el 2015, más de 3,000 personas murieron luego que los conductores violaron la luz roja. La mayoría de las víctimas eran jóvenes de entre 15 y 29 años, según cifras del Sistema 911. En cualquier país violar el semáforo es un delito penal. Aquí no.
El 911 también reporta que durante la primera semana de octubre ocurrió un accidente de tránsito cada 5 minutos solo en el Gran Santo Domingo, región que abarca a la Capital y la provincia de Santo Domingo.
Ese dato representa 12 accidentes cada hora, 288 diarios y 2,024 durante los 7 días de la semana. Proyéctelo anualizado a nivel nacional y reproducirá un escalofriante cuadro de tragedia y vergüenza.
Eso justifica la educación de DICOM.