El lenguaje machista, mayormente, se caracteriza por evitar palabras amables o “afeminadas”, por preferir términos soeces y ásperos y la erradicación de todo lo que suene a religión, a Dios o a Cristo. Se trata de un proceso de décadas y siglos, al punto de que resulta difícil darse cuenta de que alguna vez ciertas expresiones del habla diaria tuvieron que ver con lo sagrado.
“Saludos”, “Buenos días”, “Buenas noches” y otras muchas, han sido reducidas a gestos, interjecciones, gruñidos. “Saludos”, se refiere a salud, que para los antiguos expresaba deseos de salud y paz. Los judíos dicen
Shalóm, los árabes Salam alaikum»: «Que la paz sea contigo». La tradición cristiana enseñaba: “La paz esté contigo”, es decir, la paz de Dios, “la que sobrepasa todo entendimiento”.
Hoy día se dice ¡Buenas…! que no se sabe qué significa, especialmente si es empezando el día. En algunas iglesias, en vez de decir: La paz del Señor sea contigo”, te dicen “la pah”, y en vez de un abrazo sincero te dan un toque tímido, como asustados, y ni se miran la cara ni te sonríen.
La expresión “Buenos días”, se entiende ser un buen deseo, pero francamente, una persona común no puede darle un buen día a nadie; solo Dios puede, o acaso algún poderoso puede, si quisiera, darle un buen día a otra persona.
Dramática es la transformación de los saludos dentro de la parentela: Hoy día el padre es sencillamente “papi”, o “pah”, que solo expresa afecto, pero no veneración ni profundo respeto. A veces a papá lo llaman solo por el nombre de pila (el que le pusieron el día que lo bautizaron y le echaron agua de la pila o pileta del templo, sustituto del bautizo por sumergimiento en el río).
Varias décadas atrás se saludaba al padrino o al tío con la expresión “Padrino”, “Tío”. A lo cual el padrino o el tío respondían “Dios te bendiga” (sobrino o ahijado). Pero mucho más antigua es la expresión completa: “Deme la bendición, padrino” (o tío). Y aún más anteriormente, había toda una ceremonia de saludo entre el ahijado y el padrino (o el tío, y el sujeto); que consistía en arrodillarse ante el padrino y besarle la mano que el padrino extendía para ser besada por el ahijado, a la vez que le pedía al padrino que lo bendijese. Era una ceremonia similar a cuando se estaba ante el obispo o el rey. La cosa terminó, como sabemos, en decirle tío al tío y padrino al padrino…o no decirles nada.
Actualmente, han quedado fuera muchas de estas manifestaciones explícitas de respeto entre católicos y evangélicos, y los laicos han eliminado completamente a Dios del lenguaje. Muchos creyentes están regresando a bendiciones más espontaneas y liberales. Pero el mundo, en general, se aparta de lo sagrado hacia la laicización total, muchas veces en procura de sensaciones de auto liberación, cayendo con frecuencia en peores vicios y servilismos. Y no pocas veces…en la nada y el vacío existencial.