Joaquín Balaguer sabía que el patrimonio de algunos de sus funcionarios era fruto del enriquecimiento ilícito. Conocía al dedillo las debilidades de estos y en el anecdotario, conocido por sus más íntimos, están los nombres y travesuras de los impunes. Admitió la corrupción existente en el periodo de los Doce Años, pero advirtió: “se detiene en la puerta de mi despacho”. Y así fue, ni sus más enconados adversarios, después convertidos en admiradores, lo calificaron como corrupto. El longevo político, uno de los caudillos del siglo XX, defendía su honradez a capa y espada. Durante la tiranía cuando desempeñaba las funciones de secretario de Estado de Educación fue acusado, en un Foro Público, de beneficiarse con el Plan de Construcciones Escolares y reaccionó con hidalguía y presteza.
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Supo administrar la ración del boa y a pesar de reconocer que sus más cercanos fueron insaciables y codiciosos, cambió el nombre del crimen sustituyéndolo por “indelicadezas”. La nomenclatura de El Cambio ha convertido aquella denominación conciliadora de Balaguer, para encubrir la corrupción administrativa, en “errores subsanables” y ese bautizo impide que el trabajo de la PEPCA abarque el presente. Excelente ha sido la creación de una nomenclatura propia, una categoría exculpatoria para unos, demoledora para otros. Acorde con la nomenclatura, la creatividad afloró para justificar la cantidad de asesores- con sus variantes cantinflescas como “asistente de asesor”- que tienen ministros y directores, publicada en Panorama Digital. La magia no puede terminar menos la ilusión de pulcritud y de refundación de la república por un funcionariado ético, sin ambición por los bienes terrenales ni excusas para tenerlos.
Por eso el vocero de la presidencia utilizó abundante agua para atenuar el fuego e impedir el peligroso humo y declaró que el revuelo causado por la publicación es producto de una confusión, un error burocrático. “Esos asesores ocupan posiciones de direcciones. Es un tema burocrático con el Ministerio de Administración Pública-MAP-. Esas personas, están en servicio continuo y constante.” En el gobierno anterior eran zánganos, holgazanes que disfrutaban el favor del erario, “botellas”, como las que colmaban el Edificio de Oficinas Gubernamentales, llamado “el huacal”.
El repudio a la práctica fue estandarte de los cívicos, antes de asumir el poder. Un funcionario actual, arcángel verde, camaleón con proclividad al insulto para demeritar a quienes no compartían su farsa, auspicia las asesorías que antes demonizaba. Cuando fue designado, Ramón Alburquerque, entonces pugnaz, calificó su cargo: “botella perfecta de alto nivel para un preferido”. Después de la puntualización del vocero, el colectivo debe entender que las asesorías son correctas. Esos asesores que creíamos itinerantes, premiados, “son directores” y no lo sabíamos. Trabajan, son capaces, no como los asesores pertenecientes al oprobioso pasado, plagado de funcionarios corruptos e ineficientes.
“Son directores, pero por asuntos burocráticos se les da esa denominación. Tienen un trabajo fijo. La Resolución 184-24 del MAP limita la cantidad de asesores en las instituciones del poder ejecutivo, pero el texto no menciona la conversión en “directores”, aunque la explicación del vocero sí. Quizás es otro error. Buen tema para LA Semanal.