MIAMI. Javier Fungairiño estaba desayunando con su hijo en una panadería una mañana reciente cuando vio una cara familiar en una mesa cercana: un exministro del gobierno socialista de Venezuela cuya presencia le recordó el dolor que sufrió cuando abandonó su tierra natal rumbo a Miami hace tres años.
“Yo ya sabía que era él”, dijo el empresario de 43 años sobre el encuentro ocurrido este mes. “Lo primero que le dije fue: ‘Tu eres Eugenio Vasquez Arellana’. Y él dijo ‘Sí’”.
De inmediato, una enojada multitud venezolanos rodeó al exdirector del Banco de Venezuela, gestionado por el Estado, gritándole “rata” y “sal ladrón” hasta que Vasquez y el hombre que lo acompañaba huyeron.
“En ningún momento lo toqué, simplemente le reclamé el hecho de que estaba ahí”, agregó Fungairiño.
El encuentro fue grabado con un celular, un video que se hizo viral en medios sociales entre los miembros de la oposición en Venezuela, que llevan dos meses protestando en la calle contra lo que según denuncian como una “dictadura” del presidente Nicolás Maduro.
Estas confrontaciones públicas son cada vez más frecuentes. Ya sea en la ópera de Nueva York o durante un paseo por una playa en Australia, funcionarios actuales o pasados del gobierno venezolano _ e incluso sus hijos encuentran cada vez más difícil disfrutar de una vida acomodada en el extranjero mientras en el país se libra una lucha por el poder cada vez más violenta.
Pero esta agresiva forma de protesta se ha topado con algunas hostilidades.
Maduro calificó estos ataques de violentos y no democráticos, comparándolos con el antisemitismo que enfrentaron los judíos en la Alemania nazi. Y algunos detractores del mandatario se oponen a las agresiones a los familiares de funcionarios.
“Si te encuentras una figura como esa en un lugar público, sí apoyo que lo increpes, lo grabes, y le hagas saber tu repudio”, apuntó Mari Montes, una experiodista deportiva que se mudó a Miami con su familia en 2014. “Pero ir a sus casas donde puede haber niños, no me gusta promover eso porque pienso que puede irse de la mano. Es un riesgo que no hay que correr”.
El acoso directo a altos cargos venezolanos recuerda a los escraches con los que las víctimas de la dictadura militar argentina confrontaron a sus antiguos torturadores en la década de 1990.
La misma práctica fue empleada por personas desahuciadas contra funcionarios en España durante la reciente crisis financiera. En la Cuba comunista, grupos leales al gobierno llevan tiempo realizando los conocidos como “actos de repudio”, pero en este caso el objetivo son disidentes.
En Venezuela, las redes sociales han multiplicado el impacto político de las confrontaciones con representantes del sistema socialista instaurado por el fallecido expresidente Hugo Chávez.
Las protestas improvisadas contra los “chavistas”, por ejemplo, se organizan a través de la aplicación de mensajería WhatsApp entre pequeños grupos de exiliados. Uno en Miami se hace llamar “Outing the Enchufado” (“Destapando al enchufado”), y anuncia sus acciones apenas horas antes de que sucedan. Los activistas, que hablaron bajo condición de anonimato por temor a represalias, dicen hackers en Caracas les informan sobre personas con vínculos con el gobierno que salen del país.
La semana pasada, activistas desplegaron una pancarta gigante contra el gobierno en el exterior de una comunidad privada de un suburbio de Miami conocido como Little Venezuela, donde se cree que vive un supuesto testaferro de un destacado gobernador chavista, José Gregorio Vielma Mora, con su esposa.
“Ha matado a tantos muchachos en Táchira y no le importa. Y sus compadres viven aquí en Doral Isles”, gritó Jani Méndez, una contable venezolana, a través de un megáfono mientras los coches que pasaban hacían sonar sus bocinas en señal de apoyo. “Para que sepan a quien tienen de vecino”.