La pasión hasta el paroxismo que irradió la Copa Mundial de Fútbol Brasil-2014, el temerario desenfreno de los aguerridos fanáticos en los estadios y las impactantes imágenes a través de los medios de comunicación masivos, trajo a colación el tema de la relación entre la agresividad y el deporte.
El caso más sonado se produjo en el partido entre los equipos de Uruguay e Italia. El estelar delantero Luis Suárez, en una jugada del segundo tiempo, tomó el brazo del jugador Giorgio Chiellini y le mordió el hombro izquierdo, lo que provocó que éste le tirara un golpe que no conectó. Suárez fue suspendido por la FIFA por el resto de los partidos y sin poder pisar ningún estadio durante cuatro meses. Además, se le impuso una multa de 110 mil dólares. Este fue el incidente más publicitado del Mundial, pero los casos de agresiones y conflictos en el deporte espectacular son abundantes en casi todas las sociedades donde estas actividades agonísticas tienen un carácter trascendentalizado.
En distintas etapas se han encontrado diferentes formas de violencia en los ámbitos de las relaciones sociales, personales, políticas y económicas. Por lo que siendo el deporte en su dimensión competitiva uno de los fenómenos más hegemónicos de nuestra época, su marco de acción constituye un atractivo caldo de cultivo para desahogos temerarios y desórdenes.
Sobre la agresividad como acto humano se han expuesto diversas teorías, sin que hasta los presentes días se haya llegado a un verdadero consenso sobre la problemática, la cual ha pasado por el cedazo de ciencias como la antropología, la psicología, la sociología, la genética, la biología, entre otras. El autor Juan Rof Carballo, ha afirmado que sobre el tema específico de la relación entre la agresividad y el deporte, José María Cagigal ha sido el que con mayor atención y detenimiento ha estudiado ese hecho a través de su excelente obra “Deporte y Agresión”.
Rof sostiene que muchas veces el ente humano recurre a esa agresividad para ocultar un vacío en sus íntimas estructuras psicológicas.
Entre las escuelas que han llevado la vanguardia sobre la agresión humana una de las más destacadas es la que mantiene la tesis de que la misma es un instinto que el hombre tiene de modo innato.
Su principal mentor, el Dr. Konrad Lorenz, Premio Nobel de Medicina en 1973, plantea que este tremendo impulso es una constante filogenética que puede ser objeto de canalización positiva. Para él, el instinto no tiene un valor fatal, es una realidad, una fuerza genética. Concluye que para superar la agresión violenta de la humanidad el mejor camino es una ritualización hacia objetos positivos y socializantes.
Contrario a la tesis de Lorenz, la escuela que agrupa a los denominados Psicólogos del Aprendizaje, sostiene que la agresión como acto humano es una respuesta a frustraciones o una serie de factores irritantes. Los críticos de Lorenz argumentan que éste no se digna en reconocer que en muchos casos la conducta agresiva es situacional, provocada por situaciones.
Cagigal hace un amplio enfoque sobre las distintas escuelas, pero afirma que la tesis instintiva de la agresividad de Lorenz, es la más aceptada por etólogos y también por muchos psicólogos, sociólogos y antropólogos.
Muy acertados son sus juicios sobre la condición competitiva o agonística del deporte, que más que como función o rol del deporte, es de cara a la agresividad un tema especialmente problemático. Compartimos la importancia que el gran pensador español le asigna a otros grandes valores de la práctica deportiva como son los concretados en las expresiones de higiene-salud y desarrollo biológico.