Falta de conciencia

Falta de conciencia

Las medidas adoptadas por el Gobierno, para reducir los niveles de contagio de coronavirus, han sido objeto de múltiples opiniones de los ciudadanos dominicanos, sobre todo aquellas que restringen el libre tránsito, incluyendo toque de queda a partir del mediodía durante los sábados y domingos.

En los países desarrollados y de alto nivel educacional, en su mayoría, no ha sido necesario que sus autoridades dicten toque de queda, porque el nivel de conciencia de la gente le lleva a exhibir la responsabilidad que demanda un problema sanitario como el coronavirus, el cual ha sido una tragedia, que ha dañado la salud y la economía de los habitantes del planeta.

En el caso particular de la República Dominicana  –dado el bajo grado educativo de nuestra población–  la irresponsabilidad ha sido espantosa. El suscrito observó, en plena navidad, parques y colmados cerveceros donde jóvenes de ambos sexos se aglomeraban a consumir  bebidas alcohólicas. Pocos, muy pocos, tenían mascarillas y las portaban en el cuello. Es un acto de irresponsabilidad.

Los síntomas del coronavirus suelen ser leves en personas jóvenes, incluso muchos son asintomáticos, pero contagian a los demás. Y retornan a la casa y transmiten el virus a padres y a abuelos, que, por razones de edad y depadecimiento de patologías, son personas más vulnerables. Esa conducta irresponsable obedece a la falta de conciencia.

 “La conciencia no es más que otras personas dentro de uno”, dijo Luigi Pirandello. Pero es difícil mostrar conciencia si no hay educación, a pesar que en todos los medios de comunicación social y en las redes sociales las autoridades sanitarias han sido enfáticas en la reiteración  del uso de la mascarilla y el debido distanciamiento social, como únicas formas de prevenir el coronavirus. Ningún dominicano debía ignorar esos consejos después de diez meses de pandemia.

Las drásticas medidas restrictivas adoptadas por las autoridades gubernamentales sonsimplemente una respuesta a la falta de responsabilidad de la gente. 

Con el toque de queda y demás medidas restrictivas se afecta a la economía. Pero ¿qué presidente quiere ver la economía de su país menguada? Ninguno.

Y particularmente el nuestro, Luis Abinader, procura no solo recuperar el espacio perdido durante el tiempo de pandemia, sino que tiene en agenda un relanzamiento del turismo que involucra nuevos y grandes proyectos en diferentes polos de la geografía nacional, así como  de otros renglones que dinamizarían el aparato productivo nacional.

Todo indica, sin embargo, que es un imposible implementar esos proyectos en medio de un incremento de los contagios. Ni siquiera es posible recuperar los niveles que nuestro turismo mostraba antes de marzo de 2020.

Desde la humilde óptica del suscrito  –que puede estar equivocado, como en efecto cada rato me equivoco–, las medidas gubernamentales inherentes al coronavirus son acertadas. Son similares a las que otros países de la región asumen cuando los contagios se disparan y amenazan con tornarse incontrolables ante las limitaciones médicas.

En un ejercicio de optimismo pensamos que lo peor pasó. Se acerca la fecha de la vacunación, pero en esas ocho o diez semanas que faltan hay que tomar las medidas que aconsejan las circunstancias.

Sigamos usando la mascarilla, mantengamos el distanciamiento social y solo salgamos de la casa en caso necesario. Es un asunto de conciencia.

El gobierno no puede permitir que los contagios alcancen niveles alarmantes, con clínicas y hospitales saturados, sin camas disponibles, porque sería un escándalo internacional.

El gobierno ha mostrado interés en dinamizar la economía, pero la salud de la población está por encima de todo. Cualquier recuperacióneconómica parcial tiende a retroceder dentro de un caos sanitario. Tenemos que hacer conciencia.  

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