Aunque el impacto mayor de la violencia de género siga siendo aquella que destruye vidas, causa orfandad y enluta a la sociedad, acciones que no llegan a lo letal dejan mal heridas a las víctimas a las que con frecuencia toman por asalto destruyéndoles pertenencias con magnitud de traumas emocionales a veces en presencia de los hijos. Vorágines en el marco de la exacerbación machista que no reconoce límites ni disminuye por el efecto disuasivo que se les supone a los castigos penales.
A partir de los sangrientos balances anuales salta a la vista que la ley especial que desde el 1997 castiga las agresiones a mujeres no cumple sus fines protectores mientras, como acaba de destacar la Fundación Vida sin Violencia, República Dominicana sigue careciendo de un sistema integral para la prevención, atención, sanción y erradicación de los comportamientos masculinos que con diversas características lesionan y matan a sus contrapartes femeninas.
La enumeración de los objetivos contenidos en un proyecto legislativo cubierto por el polvo del olvido traza camino para la configuración de políticas de Estado que acierten preventivamente en el manejo de esta calamitosa incidencia y que respalden la promoción que por el respeto a los derechos que corresponden a la mujer llevan a cabo entes de la sociedad civil. La inspirada vanguardia del feminismo dominicano que ha tratado continuamente de llenar inaceptables vacíos institucionales de amparo a seres generalmente expuestos a la brutalidad.