Las leyes de regulaciones financieras -a confesión de parte- son de escasa utilidad contra los que venden promesas de rápida obtención de beneficios sin dar un golpe si sueltan sus ahorros generalmente a mecanismos de acopio y reparto que al derrumbarse a mediano plazo dejan a todo el mundo sin pito y sin flauta y llenos los bolsillos de los felinos promotores. Se ha dicho: siempre sale un p…. a la calle (muchos se podría decir) y en lo que se logra el convencimiento masivo mediante educación de que la magia no funciona con la plata y que siempre debe saberse bien lo que se hace con ella, este será un paraíso para múltiples timadores.
Unas ilegales ofertas de acciones de bolsa aparecen en paralelo al mercado formal y de garantías para los valores a las que no llega la acción preventiva sino la reactiva, y que tienden a prosperar, precisamente, a falta de una labor de inteligencia institucionalizada que rastree a pillos que muy a las claras desafían recias normativas.
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No son exactamente clandestinas, de esas que solo pasarían a conocerse tras las defraudaciones que hacen pegar los gritos al cielo. Las multitudes mismas de los engañados que recientemente se arremolinaron en torno a focos de captación de soñadores pueblerinos indican que los estafadores se mueven con libertad entre las masas y las redes de los muchos fracasos.
No es justo esperar a que lleguen las querellas y denuncias ante la Policía y la Justicia para actuar contra el ilusionismo delictivo.