Históricamente, América Latina siempre ha tenido hombres y mujeres con probada calidad ética y moral para llamar y captar la atención de la opinión pública nacional e internacional, con respecto a temas de alto y múltiples efectos en los modelos de desarrollo económico, en los niveles de desigualdades sociales, en la erradicación de la pobreza, en el manejo de los recursos naturales no renovables, entre otras variables que inciden de manera directa en las relaciones sociales, económicas y políticas de los pueblos.
En América Latina, cada cierto tiempo surgen líderes políticos con el aval suficiente para cuestionar el comportamiento y las malas prácticas en las que de manera deliberada incurren determinados personajes provenientes de los países ricos. En todo momento y circunstancia, la presencia vibrante del liderazgo latinoamericano ha estado presente en los grandes escenarios mundiales, donde los representantes de los países desarrollados tienen que escuchar las narrativas de los líderes de la América Latina. Por ejemplo, voces cuestionadoras como la de Fidel Castro (Cuba), Salvador Allende (Chile), José Mujica (Uruguay), Hugo Chávez (Venezuela), Lula da Silva (Brasil), entre otras tantas, se han dejado sentir en la ONU, FAO, OEA, FMI, OIT, OMS, etcétera.
Hoy, es la voz suave, firme, segura, certera, académica y sin miedo de una mujer la que se deja oir en los escenarios globales a nombre de América Latina, la que el 2 de junio de 2024 fue elegida por más de 35,5 millones de mexicanos, 5 millones más de los que apoyaron a López Obrador en 2018, como la primera mujer presidenta Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos: Claudia Sheinbaum Pardo, quien es científica, ecologista y política de izquierda, que ha sido jefa de Gobierno de la Ciudad de México, entre otras importantes experiencias políticas, académicas y sociales.
Sin duda alguna, la forma, contenidos, veracidad y claridad de la narrativa que caracteriza el liderazgo de Claudia Sheinbaum Pardo, se diferencian de los que emplean otros líderes políticos actuales de la América Latina. La presidenta de México piensa, actúa y habla de manera diferente a Nayib Bukele (El Salvador), Javier Milei (Argentina), Gabriel Boric (Chile), Daniel Ortega (Nicaragua), Luis Rodolfo Abinader Corona (República Dominicana), entre otros. Para muestra basta un botón. El discurso pronunciado por la presidenta de México en el marco de la más reciente Cumbre de Líderes del Grupo de los Veinte (G20), es un ejemplo fehaciente de la firmeza y claridad de su evidente e incuestionable liderazgo.
La América Latina actual necesita muchas voces como la de Sheinbaum Pardo, que cuestionen sin miedo las malas prácticas que llevan a cabo los representantes del capitalismo salvaje, el que casi siempre termina perjudicando a los ciudadanos que habitan un determinado país en vía de desarrollo. Para entender la fuerza, el vigor y la energía del discurso que sustenta la presidenta mexicana, léase a continuación lo expresado por ella directamente a los que integran el G20:
“¿Qué está pasando en nuestro mundo, ¿qué tan solo en dos años el gasto en armas creció casi el triple que la economía mundial? ¿Cómo es que la economía de la destrucción alcanzó un gasto de más de 2.4 billones de dólares? ¿Cómo es que 700,000,000 de personas en el mundo aún viven por debajo de la línea de pobreza?
Resulta absurdo, sin sentido, que haya más gasto en armas que para atender la pobreza o el cambio climático. Reduciríamos la migración y el hambre si tan solo elevamos la palabra amor por encima del odio, la generosidad de la persona humilde y desposeída por encima de la avaricia y el deseo de dominación.
Me niego a pensar que somos capaces de crear la inteligencia artificial e incapaces de dar la mano al que se quedó atrás. Vengo a nombre de un pueblo generoso, solidario y sabio para hacer un llamado a las grandes naciones a construir y no a destruir, a forjar la Paz, la fraternidad y la igualdad. Llámenos idealistas, pero los prefiero a ser conformistas.
Hace apenas seis semanas tuve el gran honor de convertirme en la primera mujer presidenta de mi país y no llegué sola. Llegamos las campesinas, las migrantes, las obreras, las profesionistas, nuestras abuelas, nuestras hijas y nuestras nietas. Llegamos todas las mujeres mexicanas.
Pertenezco a una generación que luchó contra la represión y el autoritarismo, por la justicia social y la democracia y provengo de un grandioso pueblo que decidió fundar por la vía pacífica una nueva historia para mi patria. Desde que inició nuestro proyecto político en el año 2018, México está construyendo un nuevo rumbo que tiene sus cimientos en nuestra memoria la de los pueblos originarios que forjaron civilizaciones gloriosas mucho antes de la invasión española, y a la fecunda historia política de un pueblo con héroes y heroínas extraordinarios que forjaron un país libre independiente y soberano.
A nuestro pensamiento le llamamos el humanismo mexicano y a nuestro modelo la economía moral. Quedó atrás el dogma de fe neoliberal de que el mercado resolvía todo. Quedó demostrado que era absurda la teoría de que regando arriba gotearía abajo. Superamos todos los días la etapa de la oprobiosa corrupción y hemos logrado separar el poder económico del poder político. Quedó en el pasado el desprecio por el pueblo y hoy se edifica con democracia e igualdad.
Una nueva era que tiene como base la máxima de la prosperidad compartida o dicho de forma llana: por el bien de todos, primero los pobres. Gracias a ello, México es de los países de la OCDE menos endeudados, con menor tasa de desempleo. El salario mínimo aumentó al doble en cinco años. Se fortalece la educación y la salud pública como derechos. Y el 80% de las familias recibió un apoyo de manera directa.
Estamos en el récord histórico de inversión extranjera directa y reservas del Banco de México. Se construyen trenes, carreteras, puertos, aeropuertos. La pobreza se redujo en más de 9
millones de personas y disminuyen las desigualdades. Hay democracia, libertades, pluralidad y derecho a discernir. Se fortalecen las instituciones de seguridad, de justicia y se construye paz.
Uno de los programas más ambiciosos que hoy quiero proponerles lleva el nombre de Sembrando vida. Consiste en dar a las familias pobres del campo un jornal, capacitación técnica para sembrar árboles maderables y frutales, así como otros cultivos.
Nosotros destinamos cada año mil 700 millones dólares para apoyar a 439 mil familias en México y 40,000 en Guatemala, Honduras y El Salvador. En seis años se han reforestado con la siembra de 1,100 millones de árboles, más de un millón de hectáreas, lo cual equivale a capturar anualmente 30 millones de toneladas de CO2. La propuesta es establecer un fondo para destinar el uno por ciento del gasto militar de nuestros países para llevar a cabo el programa de reforestación más grande de la historia. Significaría liberar unos 24 millones de dólares al año, 12 veces lo que ya destina México para apoyar a 6 millones de sembradores de árboles, que reforzarían 15 millones de hectáreas, algo así como cuatro veces la superficie de Dinamarca, toda la superficie de Guatemala, Belice y El Salvador juntos. Con ello, ayudaríamos a mitigar el calentamiento global y restauraríamos el tejido social, ayudando a las comunidades a salir de la pobreza”.
Claudia Sheinbaum Pardo, concluyó su discurso en la Cumbre de Líderes del Grupo de los Veinte (G20) tal y como lo hacen los líderes humanistas y transformacionales: “La propuesta es dejar de sembrar guerras. Sembremos paz y sembremos vida”. En pocas palabras, faltan muchas Claudia Sheinbaum en América Latina.