“Si es cierto que el corazón es centro y fuente de nuestros sentimientos y virtudes, monseñor tenía un corazón muy grande. En ese corazón acogía su vocación sacerdotal, que siempre fue lo primero en su vida, a su familia, sus amigos, y también vigilaba el sentir de la sociedad civil y política del país”.
Así resumió el empresario Félix García Castellanos, la personalidad de Agripino Núñez Collado, al final de la misa a su memoria en la parroquia Nuestra Señora de La Anunciación, de Santiago, en el octavo día de novenario.
Estuvo ligado al purpurado y a la universidad desde 1970 cuando concluyó estudios superiores en Monterrey, México.
Luego fue miembro del Consejo de Directores y con el paso de los años se convirtió en amigo cercano, casi familiar del exrector, que también fue su confesor.
Adiós monseñor Agripino; el gran mediador en conflictos
Núñez Collado le dedicó reiterados reconocimientos en sus memorias.
Félix García lo describió como un hombre de oración, “pródigo en asesoría espiritual. Era humano, muy humano. Cuantas veces recurrimos a él con dudas o preocupaciones, siempre obtuvimos sanos consejos y aliento para seguir”.
Significó que sus trabajos y logros en la educación y en la búsqueda de consenso para la concordia, han sido resaltados por todos con motivo de su muerte.
“Basta con reconocer que la paz social de que disfrutamos hoy como nación, a diferencia de otras del orbe, en gran parte se la debemos a él. Cuando asomaban problemas que parecían irresolubles, todos pensábamos en “Agripino”: “ahí falta un Agripino”, decíamos.
Era tanta la necesidad de él y su involucramiento en cosas de este mundo, que algunos llegamos a pensar que renunció a ser un santo para madurar la patria”, enfatizó García.
Sus restos fueron sepultados en la parroquia Nuestra Señora de La Anunciación, de esta academia, en una breve ceremonia dirigida por el obispo de la Diócesis de San Francisco Macorís y exrector de la PUCMM