Félix Servio Ducoudray el escriba que nos fascinó

Félix Servio Ducoudray el escriba que nos fascinó

POR DOMINGO ABREU COLLADO
No fue difícil para Félix Servio adaptarse a esta nueva visión de escriba para la interpretación de las leyes naturales. Ya había pasado la mayor parte de su vida interpretando para sus conciudadanos más cercanos las leyes económicas y sociales del desarrollo humano elaboradas por filósofos y economistas del siglo anterior al suyo: Marx, Hegel, Kant… Pero sería su nueva visión de escriba de las leyes ambientales y ecológicas la que llenaría sus grandes espacios de desilusiones sufridas en busca del bienestar común.

Derivaron sus preocupaciones hacia los temas naturales, y ya para su entrega número siete al periódico El Caribe, en octubre del 78, comunicaba: “Anda también el manatí perdiéndose, del cual apenas quedarán 48 ejemplares, sumados los de la costa Noroeste y los del Sureste, según la cuenta más optimista que se presentó al coloquio”. Se refería al Coloquio del Cibima: Centro de Investigaciones de Biología Marina de la UASD, celebrado en esos días. Y continúa diciendo. “Y aquellos 21 alcanzados a ver hace algún tiempo desde Montecristi, fue posiblemente la migración de una manada de los que todavía quedaban en Haití. Nunca más se ha vuelto a ver por nuestras aguas un grupo tan numeroso”.

Testigo presencial de la destrucción de bosques de Higüey, se quejaba Félix Servio de esta guisa: “El bosque de Verón –de palo fino– en Higüey, hermoso y alto, uno de los pocos ejemplares del bosque original que todavía quedaba en el este del país, está siendo destruido acelerada y espantosamente. Lo devoran centenares y aun millares de hornos de carbón que no cesan de encender en todas partes sus brasas infernales”.

¡Y claro que sabía Ducoudray por dónde venía y de dónde la embestida! “En tiempos de Balaguer abrieron, por abreviar camino, la carretera de Higüey a Punta Cana, donde el Club Meditarranée está poniendo su negocio turístico”. Era su artículo del 6 de octubre del 79, y en éste resaltaba una condicionante terrible que se daba en todas las zonas boscosas por las que se abrían carreteras y que se venía cumpliendo también en Higüey: “Y este país no falla: en cuanto se abre acceso a cualquier lugar inhóspito, desechado por otros, allá va la miseria a ejercer sus derechos de primer ocupante y lo convierte en un recaladero de parias”.

Ya habían pasado muchos artículos de Félix Servio por las manos dominicanas, cuando éste sintió la necesidad de darle más propiedad y fundamento al problema ecológico y ambiental que resaltaba en sus escritos. Por lo que decidió buscar esos fundamentos entre los científicos e investigadores que en esos momentos se adentraban en el campo desentrañando la naturaleza de la isla. Así, se acercó al grupo compuesto por Eugenio Marcano, el padre José Cicero, Sixto Incháustegui, Idelissa Bonelly, José Ottenwalder y Abraham Abud, para acompañarles en sus trabajos de campo y nutrirse de información para sus trabajos.

El mismo padre Cicero cuenta de la resistencia de Marcano a la inclusión de Ducoudray en el grupo. “Desde un principio, Félix Servio quiso integrarse al equipo de Marcano, pero éste se resistía debido a su desconfianza de la prensa escrita como vehículo idóneo para la enseñanza científica”.

Muy lejos tenía Eugenio Marcano en ese entonces, que sería Félix Servio su principal andanzógrafo*  y el más prolífico y claro comunicador de los descubrimientos que realizaría su equipo.

*Andanzógrafo: neologismo que define al biógrafo de las andanzas realizadas por una persona notable durante su vida en pos de determinado propósito. (Acabo de crearlo, DAC).

De la ciencia y el humor

No solamente del recurso metafórico se valió Félix Servio Ducoudray para sus trabajos. Un humor filigranado, como fragmentos de tisú pasados de regalo bajo la puerta, nos llega con muchos de sus escritos desde el título mismo.

Un ejemplo de ello es “Sócrates pudo morir también en Valle Nuevo”. La sola idea de imaginar al sabio griego en túnica blanca, vagando por Valle Nuevo (luego de haber atravesado a pie el pueblo de Constanza), recogiendo cicuta para envenenarse (aunque en realidad se la llevaron), es motivo para una fineza de humor nada común. Pero no se limitó el humor al título.

En ese trabajo de noviembre del 79 –ya en andanzas con Marcano y comparsas–, Félix Servio nos suelta otro ejemplo de ese humor al describirnos la planta. “El sol a la redonda y ella casi en el centro, como si fuera encaje de inocencia el tope angelical de flores blancas pequeñitas, dispuestas en umbela a ras del aire. Parecía la primera comunión de Valle Nuevo. Faltando allí la nieve, el suyo era el albor de la pureza. “Inmaculada” iba a seguir diciendo, a no ser por esas manchas alarmantes en el tallo, como ramalazos de sangre, desde donde parece mirar a uno de mal modo, y que no se compaginan con la treta –fría, taimadamente– de flores candorosas. Alta sobre el pajón aún siendo yerba. Mostrando su despiste”.

Todo ese esfuerzo –que para Ducoudray era tan solo galopar suavemente sobre el papel a lomos de una Olivetti– estaba destinado a mostrarnos tal como era una planta que había pasado a ser archifamosa desde el siglo 399 Antes de Cristo, cuando el zumo de sus semillas mataron por encargo del Estado ateniense a Sócrates, acusado de corromper a la juventud alejándoles de la democracia y por desconocer la religión del Estado.

Félix Servio ubica al lector frente a un Sócrates resuelto, tan enhiesto como el pino al lado del cual se encuentra en Valle Nuevo, y en las manos el cuenco conteniendo el veneno de las plantas que crecen junto a sus pies. Y le ubica luego frente a sus efectos: “Y para que podamos ‘reconstruir’ –como suelen decir los abogados – los minutos finales de Sócrates después del trago amargo, pongo aquí esta secuencia de síntomas que provoca la cicuta: vómito, diarrea, debilidad muscular, parálisis, nerviosidad, temblores, dilatación de las pupilas, pulso débil, convulsiones, coma y muerte finalmente. Veneno mortal, ni más ni menos. Porque los hay veniales, si se quiere,…”

Lo que Marcano no creía

El profesor Marcano dudaba en principio de la capacidad periodística de Félix Servio Ducoudray para transmitir la ciencia al público, como lo pensaba de la prensa en general. Y yo no sé, pero quizás tampoco creía en la posibilidad de vincular los niños a la ciencia, hasta que conoció a Micaela. Así refiere Ducoudray el encuentro entre Marcano y Micaela en Valle Nuevo en junio del 83.

“En el viaje de ida, por ejemplo, detuvo (Marcano) la caravana al borde de la carretera que sube hacia San José de Ocoa –lo tenía ya previsto desde la salida– , en el lugar en que puede contemplarse desde lo alto la confluencia del (río) Banilejo con el río Ocoa, o, como también le dicen, el Ocoa negro con el Ocoa blanco, para mostrarle a Micaela el espectáculo.

“Pero esto fue, si se quiere, una simple cortesía con la infancia. Una manera de evitarle lo que podía haber temido en ella: el aburrimiento en un viaje de investigación. Porque cuando él vio más adelante, con los primeros insectos capturados en La Nevera, que en vez de corretear por los vallecitos al amparo del fresco o o de la niebla, prefería –niña de 9 años, lo repito– enfrascarse risueña en la recolección de insectos, y cómo lo atendía en las explicaciones, toda ella y sus ojos bien abiertos con el interés concentrado en las palabras, la actitud de Marcano fue también la del asombro ante un descubrimiento: –Nunca  antes en mi vida había visto una niña que haya mostrado tanto interés por las cosas de la naturaleza, ni que tomara tan en serio ni con tanta eficacia el ajetreo de la recolección de insectos con la red”.

Muchas otras anécdotas narra Félix Servio relacionadas con Micaela y Marcano, de lo que el periodista ambiental sacaba sus conclusiones vinculadas a la educación. “Todo esto lo he contado no sólo por Micaela (y mostrar así el descuido de muchos padres en el aprendizaje de sus hijos, que a muy temprana edad –tienen cuenta con eso por lo común solamente en lo tocante a natación–, que a muy temprana edad, repito, se interesan en ella si se la sacan de los libros desde luego) sino también para poner delante de ustedes otro testimonio de la calidad humana del profesor Marcano y de su finísima e incomparable vocación de maestro”.

De Micaela Tolentino, hija de Ligia Bonetti, se sabrá algún día si le sirvieron las enseñanzas de Marcano aprendidas junto a Félix Servio.

Un curso de periodismo ambiental en seis tomos

En seis tomos logró el Grupo León Jimenes compilar los trabajos periodísticos de Félix Servio Ducoudray. Que de hecho, no es una compilación, sino la estructuración del curso más completo sobre “Cómo escribir acerca del medio ambiente sin temor a equivocarse, mientras informa, educa y divierte”.

Si nos tomara un mes estudiar cada tomo, el curso nos tomaría seis meses. Y en realidad, tomando al país dividido en tres regiones, más especializando un mes en fauna y flora, otro mes para geología y orografía, y el último mes para relacionarnos con toda la gente que ha trabajado nuestra naturaleza y con todos los términos y nombres técnicos de la ciencia dominicana, tendríamos al final del curso un grupo de periodistas listos para escribir con toda la propiedad del mundo sobre ecología y medio ambiente.

La entrega de “La Naturaleza Dominicana” a la sociedad, al periodismo y al movimiento ambientalista, de parte del Grupo León Jimenes, es el mejor reconocimiento que puede habérsele hecho al más patriótico de los trabajos realizados por Félix Servio Ducoudray, con cuyo nombre se honra también al Monumento Natural Dunas de las Calderas, en Baní.

Las instituciones formadoras de comunicadores sociales, entre ellas, la Universidad Autónoma de Santo Domingo –UASD–, tienen en estos seis volúmenes el material didáctico necesario para la mejor formación de los periodistas y comunicadores que tanto necesita la República Dominicana en estos tiempos de amenazas contra su naturaleza, sus áreas protegidas, su economía y su futuro.

abreudomingo@gmail.com

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