Claudio Acosta 
Claudio Acosta.
Nunca será suficiente insistir en la incapacidad del sistema de justicia para proteger a las mujeres de sus agresores y potenciales victimarios, que con demasiada frecuencia son tratados con benevolencia por jueces fiscales a pesar de que códigos y leyes son muy claros en esa materia; o simplemente no reciben la sanción oportuna y apropiada por el crimen que han cometido, lo que es todavía peor. Eso es lo que hace posible que leyendo el periódico nos tropecemos, sobrecogidos de espanto, con la noticia sobre el apresamiento en Azua de un hombre acusado de asesinar a dos mujeres con las que mantenía relaciones sentimentales. Luis Manuel Francisco Martínez, de 53 años, asesinó en agosto del 2016 a su entonces pareja Walkiria Jiménez Francisco, de 26 años, crimen por el que fue apresado y sometido a la justicia. Pero debido a razones que todavía las autoridades no han explicado, Francisco Martínez obtuvo su libertad poco tiempo después, lo que le permitió estrangular, el 21 de diciembre del pasado año, a la doctora en Medicina Isaura Zarzuela Guzmán; y desde entonces, y hasta su apresamiento el fin de semana en Azua, se encontraba prófugo. Duele y molesta tener que decir aquí lo obvio, lo que resulta más que evidente; si el sistema de justicia hubiera funcionado cuando cometió su primer crimen, no estaríamos lamentando el segundo. Decir eso no evitará, desgraciadamente, que la violencia machista nos siga arrebatando las vidas de mujeres sin que podamos evitarlo. Pero alguna autoridad debe explicar, porque se lo deben a las víctimas y a sus familias, qué hacía en libertad ese señor, sin duda otra prueba más de que a muchas de las víctimas de feminicidios en República Dominicana las ha matado –literalmente– el mismo sistema de justicia que debió ofrecerles protección.
