República Dominicana debería estar de luto. Y es que en estos días nueva vez se ha hecho visible una de las pandemias silenciosas que afecta al país: los feminicidios.
Aunque usted no lo crea, en Semana Santa, como en otros períodos, hablando proporcionalmente, más mujeres perdieron la vida por el machismo, que por enfermedades como el COVID-19, por ejemplo. Mientras en esos siete días mataron a seis mujeres, Salud Pública no reportó fallecimientos por coronavirus, pero las alarmas, en el primer caso, nunca se encienden como en el otro.
Que todavía en el segundo decenio del siglo XXI mujeres, que son seres humanos y ciudadanas, mueran por negación de derechos fundamentales y porque prevalece social y culturalmente una ideología que las considera inferiores (el machismo) evidencia falta de desarrollo de la humanidad y fracaso de políticas y autoridades públicas.
En materia de derechos de las mujeres, el PRM no ha cumplido y comparado con el PLD, hemos retrocedido. Todavía al Estado dominicano y a este Gobierno le falta demostrar compromiso, voluntad política e innovación en el tema de género. Lo digo por dos indicadores importantes: tenemos menos mujeres participando como ministras en el gabinete, cuando en países como Chile o España hay paridad y se nombran carteras que trascienden la asistencia social.
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El PRM tiene mayoría congresual y no ha cumplido su promesa de apoyar las tres causales. Y aunque el partido morado también la tuvo y no aprobó legalmente el Código Penal, el expresidente Danilo Medina supera a Luis Abinader cuando enfrentó las cúpulas de algunas iglesias y lo observó dos veces por no incluir la despenalización de la interrupción del embarazo.
Recordemos son tres circunstancias extremas: cuando la vida de la mujer corre peligro, cuando el embarazo es resultado de violación o incesto o cuando se ha demostrado científicamente que el feto es incompatible con la vida. En ningunos de los casos será obligatorio abortar, sino que existirá la posibilidad de que la mujer decida, cosa que no pasa ahora.
En el caso de los feminicidios, las medidas que el Gobierno ha privilegiado son de carácter reactivo, cuando ya la mujer es víctima de violencia. Aumentó el presupuesto de esta entidad, el número de casas de acogidas y en los programas se están incluyendo las mujeres de la diáspora, un trabajo bellísimo, justo y necesario. Pero falta mucho por hacer.
Cifras del Ministerio Público confirman muchas mujeres se atreven a denunciar. Aún así el Estado es incapaz de garantizarles la vida cuando deciden salir de esa relación violenta. Por eso urge incorporar la tecnología mediante brazaletes o botones de pánico, porque las órdenes de alejamiento no dan resultados, como vimos en el caso de Raquelita.
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Además, el trabajo debe incluir más a los hombres. En el corto plazo deben garantizar que no se acerquen a las víctimas ni a sus seres queridos, para evitar los feminicidios ampliados, y someterlos a terapias conductuales intensas, como las que da el doctor Luis Vergés.
La otra urgencia es la educación a corto y largo plazo, desde jornadas de orientación en barrios, juntas de vecinos, iglesias, universidades, empresas… hasta incluir ya en el sistema escolar la educación con perspectiva de género, de manera transversal, no como una cátedra más.
Y es que yo no sé ustedes, pero este año va como “caña para el ingenio”, ahorita llega Navidad y me resisto a conformarme con cerrar el 2022 haciendo un recuento inútil, a veces hasta morboso, de las dominicanas asesinadas por parejas o exparejas, cuando se tuvo todo un año para hacer mucho y se hizo tan poco.