Concluida la segunda guerra mundial en 1945 y la guerra de Corea a comienzos de la década de los cincuenta del pasado siglo, entramos en un período denominado de guerra fría entre los Estados Unidos y la hoy desaparecida Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. En los años sesenta de esa centuria los Estados Unidos de Norteamérica reemplazaron a los franceses en el conflicto de la Indochina que pasaría a conocerse como la guerra de Vietnam. Hubo un movimiento estudiantil en la patria de Lincoln cuyo término simbólico era el de los hippies. En el campus universitario se consumía el ácido lisérgico y se fumaba marihuana. También se utilizaban las anfetaminas, la cocaína y la heroína. Pudiéramos decir que se conformó una nueva cultura que abarcó la música, pintura y otras artes. La juventud se oponía a la guerra haciendo de la educación universitaria su templo de acción.
Paul Janssen había sintetizado en 1960 un opioide analgésico cien veces más potente que la morfina y cincuenta veces más potente que la heroína. Ese fármaco se conocería con el nombre de Fentanilo. Tendría distintas vías de administración: en forma de spray para inhalar, como parche transdérmico, inyectable o en tabletas. Para el 2017 se convirtió en la droga causante del mayor número de muertes por sobredosis en todo Estados Unidos.
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De acuerdo con Wikipedia: “El empleo de fentanilo para uso recreativo constituye un problema creciente en diferentes países, entre ellos Estados Unidos, debido a que existen canales de comercio ilegal de la sustancia cuyo consumo continuado provoca drogadicción y síndrome de abstinencia si se retira bruscamente la dosis habitual. Se han descrito numerosos casos de muertes en Estados Unidos asociados al empleo de fentanilo o sus derivados como droga de abuso, principalmente cuando la sustancia ha sido elaborada de forma ilegal en laboratorios clandestinos y distribuida fuera de las oficinas de farmacia y de los canales legales establecidos”.
Los jóvenes de origen dominicano que viven en Norteamérica se cuentan por centenares de miles; no contamos con cifras estadísticas que nos digan cual es la incidencia del uso y abuso del fentanilo en esa población, ni mucho menos el número de víctimas mortales. Tampoco conocemos la dimensión de la problemática en las grandes ciudades de República dominicana. ¿Contamos con tamizaje toxicológico en pacientes y cadáveres en donde se incluya este fármaco? ¡Ojalá que nuestras autoridades encargadas de perseguir e investigar el narcotráfico en el país se animen a investigar los psicofármacos sintéticos aparte de la cocaína, marihuana y heroína! Europa, Centroamérica y Suramérica ya registran casos trágicos asociados a este potente opioide analgésico.
Buscad y hallaréis reza un viejo dicho sabio. A veces lo que asumimos como muy lejano es lo que más cercano tenemos; es tiempo de emplearnos a fondo y con seriedad en la investigación científica.