Cuarenta y dos años después de la muerte del coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó, siguen pendientes de aclaración algunos hechos vinculados a la expedición que él encabezó en febrero de 1973, con el propósito fallido de establecer un foco guerrillero en la Cordillera Central y sigue abierta la polémica alrededor de la autenticidad de sus restos.
Con respecto a lo primero, cabe resaltar que en 1987, el expresidente Juan Bosch dijo en una actividad pública que el jefe militar que él había designado para liderar el movimiento constitucionalista que trató infructuosamente de reponerlo en el poder en 1965 era el coronel Rafael Tomás Fernández Domínguez y no el coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó.
La revelación, a pesar del tiempo transcurrido, no ha sido debatida con profundidad y más de cuatro décadas después de su muerte, quedan todavía muchas interrogantes acerca de la campaña guerrillera en la que perdió la vida Caamaño. El hecho continúa siendo objeto de pasional controversia, respecto al papel jugado por el Partido Revolucionario Dominicano y su líder de entonces, el expresidente Bosch, quien en esos días pasó a la clandestinidad alegando que su vida corría peligro.
Bosch incurrió en numerosas contradicciones en los meses siguientes al desembarco de Playa Caracoles, negándose a aceptar la presencia del exoficial en el territorio nacional al frente de un pequeño grupo insurgente, al desvincularse de todo nexo con la guerrilla.
Tras haber rechazado en los días siguientes a la llegada del grupo encabezado por Caamaño ese acontecimiento, dijo tres meses después que el secretario general del partido, José Francisco Peña Gómez, se había enterado de la llegada de los guerrilleros el mismo día en que este hecho se produjo, porque lo había escuchado por Radio Habana. Si esta era la opinión del segundo en el partido, la información tenía que haber sido puesta en el conocimiento de Bosch, que era el líder de la organización, por lo que ha sido un misterio las razones por las que el expresidente insistiera en negar lo que todo el país ya sabía.
En un documento publicado por la prensa nacional el primer día de marzo de 1973, Bosch dijo desde el lugar donde se había ocultado, refiriéndose a la muerte de Caamaño y otros dos guerrilleros, que “lo que no creo en absoluto es que murieran en Nizaíto el 16 de febrero”. Según él, “murieron antes, en otro lugar; y algún día se sabrá la verdad que se ha querido ocultar ahora”.
Sin embargo, el 18 de mayo del mismo año, los diarios publicaron otra declaración de Bosch explicando las causas de la falta de respaldo a la expedición en el hecho de que “se presentara con una guerrilla, además de excesivamente débil por su número, en una zona campesina aislada”, lo que produjo “la impresión de que estaba perdido de antemano, y los pueblos no siguen los movimientos que no les aseguran de entrada la victoria”. Afirmó que el pueblo se vino a darse cuenta que la guerrilla estaba liderada por Caamaño cuando se hizo dos semanas después el anuncio de su muerte. Pero no admitió nunca que hubiera estado equivocado con respecto a ese acontecimiento.
El 21 de mayo de 1973, Bosch acusó a Ham- let Hermann de poner su vida en peligro con motivo de un documento manuscrito firmado por él y publicado en toda la prensa nacional por las Fuerzas Armadas, en la que se sugería el fracaso de la expedición debido a que Bosch habría supuestamente faltado a un compromiso de apoyarla.
Bosch negó que ese compromiso existiera calificando el documento de Hermann como una mentira y responsabilizándolo de las consecuencias de esa acusación. También rechazaba que el PRD financiara dichas actividades e informando, sin mencionar fuente alguna, que el grupo de guerrilleros había traído la suma de cien mil pesos, el mismo valor en moneda norteamericana debido a la paridad oficial que existía entonces con el dólar.
A pesar del tono agrio de su respuesta, catorce años después, en el aniversario del desembarco, Bosch y Hermann hablaron en un acto público en homenaje al coronel Caamaño sin mencionar ninguno de los dos aquel documento, ocasión en la cual el primero sostuvo que el líder militar de la llamada revolución de Abril de 1965 había sido “seducido a que fuera a Cuba por un alto oficial del Servicio Secreto cubano, que luego se comprobó que era un agente del Servicio de Inteligencia de Estados Unidos (CIA)”.
Fue en esa actividad, en la que Bosch confesó que “el jefe militar del movimiento constitucionalista designado por mí para llevar a cabo la tarea de liderato era otro coronel del Ejército: Rafael Tomás Fernández Domínguez”, y no Caamaño.
El mismo planteamiento sobre los supuestos vínculos de Caamaño con un doble agente, le fue atribuido anteriormente por El Nacional, en su edición del sábado 9 de junio de 1973. Según el diario, Bosch dijo que Caamaño “pudo haber caído en manos” de la CIA, y que antes de viajar a Cuba desde Europa mantuvo relaciones con un agente castrista que resultó luego ser agente encubierto de los norteamericanos.
En una entrevista realizada en su residencia el miércoles 3 de febrero del 2010, el vicealmirante retirado Ramón Emilio Jiménez me dijo que cuando se supo oficialmente la llegada de Caamaño en febrero de 1973, le visitó en su despacho de secretario de Estado de las Fuerzas Armadas, el capitán de navío Ramón Montes Arache, quien había sido uno de los oficiales del Estado Mayor de Caamaño en la contienda de 1965. El exjefe de los Hombres Rana, quien había regresado al país y reintegrado al servicio activo, fue a ofrecérsele para dirigir la campaña contra la guerrilla. Jiménez le dijo que tenía que contar con la aprobación del presidente Balaguer, quien pese a reservas iniciales aceptó la sugerencia de ponerle al mando del patrullaje por la capital.
Durante los dos meses que duró la guerrilla no se produjo ningún alzamiento urbano, lo que Jiménez atribuyó al eficaz trabajo realizado por Montes Arache.
La revolución de abril había dejado muchos resentimientos en la alta oficialidad, distanciando y convirtiendo en adversarios radicales a oficiales que habían mantenido una fuerte relación personal de años. Jiménez me contó que a comienzos de septiembre de 1965, hubo una reunión muy importante en la residencia del presidente provisional Héctor García Godoy, a la que solo asistieron él, en su condición de jefe de Estado Mayor de la Marina, el vicealmirante Francisco Rivera Caminero, entonces secretario de las Fuerzas Armadas y el coronel Caamaño. Las escoltas habían quedado en la marquesina de la residencia.
El propósito de la reunión era discutir una fórmula viable para el desarme de la población, debido a que muchas armas de guerra habían quedado en manos de civiles al concluir el conflicto. El plan debía comenzar en la zona antigua de la ciudad, donde habían estado las fuerzas constitucionalistas.
Doña Matilde, la esposa del Presidente, prometió preparar emparedados y se retiró a la cocina tras el saludo de recibimiento.
Después de una breve explicación de García Godoy sobre el objetivo de la convocatoria, Rivera Caminero, según Jiménez, propuso que se permitiera que los tanques y batallones de infantería recorrieran calle por calle la Ciudad Colonial para incautar las armas. Caamaño replicó diciendo que esa acción provocaría un baño de sangre, a lo que el jefe militar respondió preguntando si al líder constitucionalista le había importado que se derramara sangre en los incidentes, años antes, en Palma Sola, donde murieron numerosos campesinos en enfrentamientos con los militares.
Caamaño se paró de su asiento y señalándole con un dedo le dijo a Rivera Caminero que no olvidaría esa afrenta. La reunión terminó en ese momento y todos se retiraron mientras doña Matilde entraba con los sándwiches que ninguno de los presentes consumió.