Así se le llama litúrgicamente a la fiesta popularmente conocida como la de los Reyes Magos.
Así se le llaman a los sabios de Oriente porque me resisto a pensar que eran magos.
Lo que es innegable es que tuvieron la dicha de descubrir en la gran humildad y pequeñez de un recién nacido al eterno y poderoso Dios creador que tuvo la ocurrencia increíble por así decirlo de hacerse lo que Él hizo.
Asimismo podría nominar ese gran encuentro como la grandeza empequeñecida y la majestuosidad escondida de nuestro creador.
Podemos resumir este acontecimiento como lo que fue: una búsqueda y un encuentro.
Y luego, no menos significativo de nuestros visitantes al niño Dios: su cambio de ruta… y es cuando nos encontramos con Jesús se provoca un alto en nuestras vidas. Un antes y un después de su Luz iluminadora de consciencias.
Terminamos estas líneas haciendo una oración al Espíritu Santo para que sepamos discernir y como ellos emprendamos la ruta para encontrar a Jesús, el verdadero tesoro. Y luego, ser mensajeros como ellos de la buena nueva del Dios con nosotros y siempre estar junto a Él en este tránsito de la vida temporal hasta encontrarnos con él cara a cara en la vida eterna.