El destacado sociólogo italiano, Domenico De Masi, en su valiosa obra Mapamundi: modelos de vida para una sociedad desorientada, hace un apretado pero notable resumen de 15 modelos de sociedad de esencia política, ética y/religiosa. Dos parejas, de ex compañeros de estudio en Roma, me la trajeron de regalo hace 10 años, recién salida del horno. A partir de entonces la desorientación se ha multiplicado e igualmente la insuficiencia de los modelos de sociedad referido por el autor, incluyendo el que creyó haber encontrado como modelo válido: Brasil. Pero este también naufragó en la ola reaccionaria que anega el mundo. Sigue la búsqueda y quizá de los ensayados y con nuevos elementos surgirá otro totalmente desconocido.
El término modelo es usado en el diverso mundo de la ciencia y la tecnología. En este caso, el autor lo utiliza como proyecto de vida cimentado en una ética, en un orden social o de convivencia y en ese tenor, entendiendo que una propuesta de sentido de vida se corresponde con una idea de sociedad. Asume como tal, entre otros, los modelos, siguientes: hindú, católico, protestante, musulmán, hebreo, japones, industrial capitalista, socialismo; industrial comunista y como futuro hecho presente: el brasileño. El soñado por Stefan Zwieg, el famoso historiador austríaco que huyéndole al nazismo creyó encontrar en Brasil la posibilidad de construir una nueva civilización. Terminó suicidándose, sin ver que ese país fue refugio de muchos criminales nazis.
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De Masi quedó fascinado de los dos primeros mandatos de Lula y al igual que Zweig creyó que ese país continente tenía la diversidad de climas, culturas y etnias que resumía el mundo. Este sí tuvo la decepción de ver cómo surgió allí un gobernante con el discurso y práctica de muchos neonazis/fascistas. Ambos jamás podían imaginarse que, precisamente, por momentos, ese país sería un epicentro de ola ultraderechista, ultranacionalista y neonazi/ fascistas que amenaza el mundo, negadora de los valores claves de los modelos de sociedad analizado por De Masi que pende aún sobre esa nación. Tampoco lo podían imaginar la generalidad de los pensadores de esta región y del mundo.
Hoy día, la tendencia es hacia el predominio de valores completamente ajenos a los que guiaban e impulsan las principales religiones. Faltan los grandes líderes carismáticos cuyo poder estaban fundados en la ética de carácter religioso, de signo político relativo a la igualdad y la solidaridad propio del socialismo o simplemente guías espirituales de actitudes ante la vida como el hebreo y el japones. Pero la pérdida de solidaridad más aguda y peligrosa es la solidaridad no sólo comunitaria de sino de clases, con efectos devastadores en términos político, electoral y social.
En efecto, uno de los fenómenos del mundo actual es el cambio de los mapas políticos de la generalidad de ciudades y regiones. Los grandes caladeros de votos de las derechas extremas y tradicionales son aquellas áreas anteriormente bastiones liberales, socialistas, socialdemócratas y comunistas en aquellos países de gran cantidad de inmigrantes. La insolidaridad de la clase trabajadora es lacerante y vergonzosa, y una de las principales razones es que les han vendido la idea de que la mano de obra de origen extranjero constituye una amenaza para sus puestos de trabajo y para sus salarios. Pero no sólo es antinmigrante el trabajador autóctono, sino el inmigrante contra otro de su misma condición. Piensa que los nuevos llegados son amenaza su lugar y permanencia en el lugar.
Esa falacia no sólo es difundida por los ultras y la internacional del odio, la xenofobia y la mentira, sino por gente que pensándose muy izquierda defienden “su clase obrera nacional” frente al inmigrante. Un claro indicador de desorientación y de negación de la consigna/valor “proletario del mundo unios” del modelo socialista. Entre otras explicaciones, el fenómeno de insolidaridad de clases o de grupo social contribuyó significativamente al triunfo de las acciones y discurso del odio Trump en zonas anteriormente bastiones del partido demócrata. Aquí hay dirigentes de grupos protestantes, que, hablándole a su feligresía, han expresado que Dios quiso ese triunfo.
Finalmente, el factor más saliente que impulsa la transformación del mundo es el tema migratorio, tan intenso y variado como irreversible. Hobsbawm cita este párrafo de “Las ciudades Invisibles” de Ítalo Calvino, “Polo: el infierno de los vivientes no es algo que será; si existe ya lo tenemos aquí, en nuestra vida (..) hay dos maneras de soportarlo. La primera es la que resulta más fácil para la mayoría: aceptar el infierno y convertirnos en parte de él hasta que dejemos de notar que existe. La segunda es peligrosa y requiere nuestra atención constante y nuestra sabiduría: buscar, y saber reconocer en medio del infierno lo que no es verdaderamente infierno y en hacerlo duradero y en darle cabida”.
Muchos resultados electorales parecen conducirnos al infierno pero, como todo, eso también pasará. Más que la certidumbre de un modelo, necesitamos resistencia, persistencia y resiliencia. Es en ese proceso donde posiblemente se construirá el modelo, si es que hará falta.