La vida se construye de forma dinámica, pero la economía, la cultura, el trabajo, el mercado, la inserción al desarrollo, han provocado desafíos que han puesto a las personas en riesgo y vulnerabilidad en su estado psico-emocional y social. Hoy estamos más expuestos a ser víctimas de una separación, de un despido de trabajo, de una enfermedad catastrófica, de la inseguridad social, de una quiebra económica, de la reconstrucción familiar, de la soledad, del desapego y de la insolidaridad social y grupal. Parece que nadie va a escapar de una circunstancia o experiencia de fracaso o frustración.
La diferencia va a descansar en las personas que poseen fortaleza emocional y, las que vivan sin ella, sin mecanismo de defensa para responder a la crisis, a las adversidades de la vida, a las circunstancias negativas, a los momentos oscuros, de miedo y de incertidumbre vital, van hacer dos veces más vulnerables. Cuando se habla de la fortaleza emocional en una persona estamos hablando de la conquista del ser, de la autoestima sana, de una identidad asumida, de la capacidad de resistir, tolerar y sortear los desafío y las adversidades, de asumir el control, los propósitos, la continuidad de la vida y el sentido de utilidad social y personal para seguir motivado; cuando otros han decidido abandonar o entregarse. Es decir, tener fortaleza emocional es aceptar los cambios, las pérdidas, gestionar el presente y trabajar el futuro, confrontar las crisis, las decepciones de la vida, las traiciones y desengaños, las trampas y las miserias humanas.
Todo el que tiene fortaleza emocional, vive con propósitos, construye sueños, asume utopía, crece, madura, flexibiliza, se recrea, hace pausa, administra el silencio, pone distancia, abre nuevos espacios y asume los nuevos retos; sin miedo a los años, a las limitaciones, a la soledad, ni a los cuestionamientos de la vida. Más bien, la fortaleza emocional enseña que existen otros caminos, pero también enseñan a lidiar con personas tóxicas, en ambientes difíciles, en la asfixia social del desgaste por la sobrevivencia en una sociedad poco digerida. En la vida hay que contar con factores protectores que te respondan ante el riesgo, las crisis, el desequilibrio, la adversidad, el desajuste y el desasosiego de la vida. Existen personas que no saben qué hacer en una crisis, o cómo administrar un duelo, un divorcio, una jubilación, un acoso moral, político, grupal o financiero. Esas personas reaccionan con depresión, ansiedad, inadaptación, de forma agresiva o violenta; otros terminan cometiendo homicidio y hasta suicidándose. En diferentes circunstancias hemos perdido adolescentes, adultos tempranos, profesionales, técnicos, hombres y mujeres a las que una adversidad les rompió el equilibrio interior, sus emociones, sus pensamientos y le desarmonizó la vida.
Sencillamente, tenemos personas con vulnerabilidad biológica, psicológica y social. Pero también, las personas suelen ser víctima de su carácter o temperamento; a veces, víctima de su propio talento, de su “ego” de su tipo de personalidad, y de sus hábitos negativos reforzados. Solamente las personas flexibles, de juicio crítico, de fortaleza emocional, de inteligencia social y espiritual, aprenden a madurar y crecer en la adversidad. La fortaleza emocional contribuye a la felicidad, el autocuidado, al merecimiento y la conquista personal y humana. Es construir una conexión entre tu interior y tu exterior, pero de forma armónica y equilibrada, en cada espacio, en cada circunstancia, en el dolor, el sufrimiento, el miedo y en la angustia.
Es aprender a la calma y a la pausa, para volver a fluir con paz y con mayor fortaleza emocional. Vivimos en un mundo donde el transporte, las comunicaciones, el sistema financiero, las inmigraciones, la transculturación, el bilingüismo y la crisis de la identidad generalizada, han reproducido proceso de inadaptación psicosocial. Ahora se impone crecer y madurar con fortaleza emocional, como factor protector para responder de forma organizada y positiva ante este mundo desafiante y riesgoso, individualista, excluyente, desigual y deshumanizado.