Francis Bacon en el Museo Pompidou de París

Francis Bacon en el Museo Pompidou de París

La exposición “Francis Bacon con todas letras” es un auténtico acontecimiento que cerró el pasado año 2019 y que continuará en el 2020 en una travesía internacional que se inicia en el Museo de Arte Moderno de Houston,Texas.
Seis salas expositivas permiten abarcar la obra de Bacon en el Museo Pompidou de París, trazando sus veinte últimos años de vida de 1971 a 1992.
El año 1971, fue un año muy significativo para su obra, pues el Grand Paláis de París, le permitió presentar una gran retrospectiva que entonces significó el reconocimiento universal del artista, pero antes de dicha retrospectiva su compañero George Dyer, fallece a consecuencia de abuso de consumo de barbitúricos.

La muerte de George Dyer en el Hotel des Saints Peres de París, sellará para siempre la inconfundible y alta expresión trágica y desesperada que se evidencia en el conjunto de la obra “ “baconiana”, sobre todo en los tres trípticos “In memory a George Dyer”, que se siente en el conjunto de los tres cuadros la angustia, y donde se explicita para confesar la escenificación de esa muerte, utilizando la pintura como instrumento narrativo físico y emocional.

Nacido en Dublin en el año 1909, Bacon fallece en Madrid en el 1992. España llamaba y encendía en este gran artista, la maestría de la tauromaquia como expresión desafiante de la fragilidad de la vida y de la muerte

Este maestro del siglo XX, sufrió toda su vida del rechazo de su padre, haciendo de su obra su fuerte de resistencia a la depresión y al alcoholismo. Bacon asumió su destino de artista dentro de una lucha permanente y tensa entre el placer y el dolor.

Autodidacta, después de varios años de trabajo como decorador de interiores y se entregó de lleno a la lectura, y a la filosofía, convirtiéndose en un erudito del pensamiento filosófico griego y gran estudioso de la modernidad plástica y visual

Es a partir de 1941, que fue Bacon declarado incapacitado para participar como soldado en la 2da Guerra Mundial, y le sirvió para lanzarse en cuerpo y alma en la pintura, enriqueciendo toda su técnica con los diversos médiums, probados por los cubistas y los surrealistas.

En esta muestra excepcional del Pompidou, abarcamos las referencias de Bacon con la literatura, pues las diferentes salas evocan su intimidad con autores helénicos clásicos como Esquilo, hasta los más contemporáneos como García Lorca, sin obviar a Nietchze, al poeta británico T.S. Elliott, a los franceses Michel Leiris y George Bataille. Con este conjunto de referencias, el artista nutre toda su obra con las sombras negras de la muerte, pero también del rojo de la sangre, con una obsesión permanente para relanzar las figuras míticas de la tragedia griega con todos los símbolos de la venganza en la cabalgata del crimen. Como nadie, Bacon pintó el sufrimiento humano, como la soledad, el miedo y la muerte. Estamos frente a un mundo de desencantos y tragedias, que el artista irlandés convoca a través de los escritos demostrando su pasión por la literatura.

Cuna selección de 45 pinturas, el comisario Ottinger, nos revela las pasiones literarias a través de su pintura magnífica y cruda, que se abstiene de todo comentario, pues su fuerza es más que suficiente, realzando una composición totalmente dominada y servida cromáticamente por sus tonalidades: amarillo ardiente, desdoblando juegos geométricos como bien lo hacía Giacometti.

Dionisiaco y apolónico, su instinto creativo se impone en belleza por encima de sus temas mórbidos, es ahí, donde se alimenta su genialidad. La obra que se refiere a la memoria de su amante, la que expone en fondo de cada cuadro del tríptico en rosado llevando en el centro la famosa escalera del hotel donde los amantes se hospedaban, pero en las espaldas de George, una mancha negra en sombra anuncia la muerte…de cada lado, ambos cuadros indican en un círculo “el destino” …

La composición del cuadro tríptico en “Memoria a George”, condensa una escenificación teatral dramática, como pocos artistas lo pueden lograr, es una puesta en escena cuya didáctica narrativa es incuestionable en figuración, desfiguración y geo dramatización espacial entre un fondo intrigante y escalonado, un juego arquitectónico abrumador, y la sentencia de una muerte anunciada en el fondo.

“Orestia de Esquilo”, es interpretada por el maestro con toda su intensidad de la violencia, como lo alcanza en “Oedipus and the sphinx after Ingres” de 1983, donde los cuerpos avasallados por la sangre se envuelven en lienzos para frenar las heridas.
Es aquí donde la literatura viene a conjugar con la fuerza visual de la obra baconiana, que ha sido siempre muy cuestionada por su agresividad plástica y por la revelación del mundo del dolor carnal y pasional, pero también, del sufrimiento existencial que marcó toda su vida a Bacon.
La negación de la figura humana, siempre intervenida y borrada a brochetazos en sus retratos ha suscitado muchas críticas libres y abiertas sobre la negación de un “yo” humano para imponer con fuga y rebeldía la fuerza de la crueldad. Su obra va más allá de los movimientos y de las tendencias y escuelas, es el soporte de una aventura humana arrastrada por la fuerza de un ser que no pudo superar el rechazo de su progenitor y que durante toda su vida enfrentó el odio y el desamor…

Francis Bacon es una excepción artística, un personaje que ha fascinado a especialistas del psicoanálisis en la primera mitad del siglo XX. Podríamos decir que su éxito descansa sobre la figura mítica que él mismo ha encarnado como artista a flor de piel, avasallado por su propia tragedia. La exhibición explora la relación estrecha que se ha tejido entre su obra pictórica y sus relaciones con la literatura y los escritores, porque también se destaca la influencia de sus obras en escritores como Milos Kundera, por ejemplo.

Los personajes que habitan sus cuadros conservan una fuerza en movimiento que invita a una práctica casi teatral, porque en cada escena pintada la tragedia asecha. Nos quedamos con dos imágenes sublimes de la muestra: el “Retrato de George Dyer en un espejo”, óleo sobre tela que pone en relieve una composición circular de un hombre cuyo rostro descompuesto se fraccionará en el espejo, y finalmente, nos quedamos con su última obra titulada “El Toro” tela inacabada compuesta en una perspectiva geométrica en la que el primer plano deja abierto el ruedo utilizando polvo, quizás para evocar la arena. Esta importante obra casi minimalista es la expresión de un mundo callado y secreto entre el mito y la realidad, la fuerza y la fragilidad, lo humano y lo bestial, sin nunca soslayar la belleza de todo ese dolor convertido en arte.

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