En 1585 estalló en Europa un conflicto bélico de gran envergadura entre Inglaterra y España, conocido como la guerra anglo-española, que con algunas intermitencias duró 20 años y de donde surgieron nombres que dejaron un mal recuerdo para la historia, como la del pirata Francis Drake.
Diversos motivos de carácter religioso, económico y político provocaron ese prolongado enfrentamiento entre los reinos de Isabel I, de Inglaterra, y Felipe II, de España.
Ambas naciones profesaban diferentes confesiones cristianas. Inglaterra era protestante y España católica, de manera que en el plano espiritual los seguidores de esas denominaciones religiosas en no pocas ocasiones pensaban y actuaban de maneras distintas.
En el ámbito económico, Inglaterra y otras potencias de la época, como Portugal y Francia se consideraban perjudicadas debido a la expansión territorial y al acelerado crecimiento económico del imperio español a expensas de sus posesiones coloniales en el Nuevo Mundo.
En el plano político, Inglaterra, además, decidió brindar su apoyo a los países bajos que luchaban por su independencia respecto de España y se hallaban enfrascado en la llamada guerra de los ochenta años.
Debido a esas circunstancias la reina Isabel I resolvió designar al marino Francis Drake (1545-1596), conocido corsario y contrabandista, para que organizara una expedición con instrucciones de asediar a la monarquía española en su propio territorio, así como extender esos ataques hasta algunas de sus posesiones en las Indias Occidentales.
Drake ya tenía experiencia en esas latitudes, pues había formado parte de expediciones anteriores dirigidas por su pariente, el también pirata y corsario John Hawkins, junto a quien -durante el período transcurrido entre 1562 y 1580, había merodeado por las aguas del mar Caribe comerciando con esclavos negros, además de pillar navíos y pueblos españoles.
¿Quién era entonces Francis Drake? Si bien en España y en las Indias Occidentales era considerado un simple contrabandista, ladrón de mar y corsario; en Inglaterra, por el contrario, se había convertido en toda una celebridad nacional con una impresionante carrera como nauta de gran éxito al servicio de su país.
Fue, sin dudas, un notable explorador quien alcanzó renombre internacional en el campo de la navegación tras convertirse en el primer marino inglés que circunnavegó el mundo; hazaña esta que, antes que él, solo la habían logrado Fernando de Magallanes y Juan Sebastián Elcano.
En reconocimiento a sus méritos como diestro navegante de la Real Marina inglesa, Su Majestad, Isabel I, lo invistió con el grado de Caballero de la nobleza británica y posteriormente le otorgó el título de Sir. Es fama que el Escudo de Armas que le fue conferido tenía inscrita la siguiente leyenda latina, Sic parvis magna: “La grandeza nace de pequeños comienzos”.
El 14 de septiembre de 1585, al frente de una flota de 23 navíos y más de 2000 hombres, Francis Drake zarpó del puerto de Plymouth con destino al Nuevo Mundo, pero antes atacó y saqueó la costa oeste de Galicia y las islas de Bayona, desde donde prosiguió hacia las Canarias, en donde no tuvo el éxito esperado.
Se estima que estas acciones del corsario Drake fueron uno de los factores más determinantes en la agudización del conflicto conocido como guerra anglo-española. En vista de que el plan original del corsario, de conformidad con instrucciones reales, era afectar la seguridad y prestigio de España en sus colonias del Nuevo Mundo, la flota de naves bajo su dirección continuó su derrotero en dirección a la isla Española en el archipiélago de las Antillas.
Las crónicas históricas dan cuenta de que el día 10 de enero del 1586 una embarcación de cabotaje dominicana informó a los pobladores de la ciudad capital que había avistado una numerosa escuadra de navíos ingleses en las proximidades de Punta Caucedo, al este de la isla. ¿Por qué los ingleses escogieron la isla Española como blanco de ataque contra el imperio español en América? Sencillamente porque en Europa, desde tiempos del descubrimiento, la ciudad primada de América tenía fama de poseer abundantes riquezas en plata y oro, además de inagotables y raras especias.
Advertidas las autoridades coloniales acerca de la presencia de la extraña flota naval, enviaron un emisario a investigar si se trataba de amigos o enemigos de España. Hasta ese momento la isla Española de Santo Domingo nunca había sido objeto de ataques extranjeros, razón por la que creyeron erradamente que se trataba de navíos de paso, posiblemente en dirección a Tierra Firme.
Pero las intenciones del corsario Francis Drake eran otras y tan pronto comprobó que no era factible atacar y tomar la ciudad desde el mar, decidió atracar en una playa cercana del poblado de Haina, a unos 20 kilómetros de la ciudad sede del gobierno colonial. Allí desembarcaron más de 1500 soldados que, de inmediato, se prepararon para marchar hacia la ciudad de Santo Domingo en actitud poco amistosa.
Al momento de la invasión de Drake, la población de la Española era bastante reducida: apenas unos 6000 habitantes y unos 8,000 esclavos negros, dispersos a lo largo de toda la demarcación isleña. Por ejemplo, en la ciudad de Santo Domingo la población no excedía de 2500 vecinos asentados entre el casco amurallado y en comunidades aledañas. Se carecía de un contingente de soldados bien pertrechado, en capacidad de oponer resistencia a cualquier invasor; es decir, que las milicias de la colonia apenas disponían de suficiente artillería y municiones con las cuales defenderse de manera efectiva.
El ataque a la ciudad comenzó el día 14 de enero. Unos 150 hombres intentaron detener la marcha los invasores y, en las inmediaciones de la playa de Guibia, se produjo un choque con resultado desfavorable para los criollos, quienes se vieron obligados a retirarse para, poco después, abandonar la ciudad junto con las principales autoridades.
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Desde sus nuevas posiciones, los dominicanos procedieron a notificar a las demás poblaciones del interior acerca de la invasión inglesa y lo mismo hicieron con las administraciones coloniales de Puerto Rico y Cuba, a las que también solicitaron ayuda militar sin éxito alguno.
Francis Drake tomó posesión de la ciudad de Santo Domingo sin encontrar obstáculos de ningún tipo. La ocupación duró por espacio de un mes durante el cual los invasores causaron enormes daños; incendiaron y destruyeron numerosas casas y se apoderaron de todo cuanto de valor encontraron. La catedral primada de América fue degradada y convertida en cuartel general, almacén y cárcel a la vez. Se apoderaron de valiosas obras de arte y del tesoro que había en dicho templo. De paso, destruyeron otras iglesias y conventos cuyo mobiliario, al igual que los archivos oficiales, también fueron destruidos.
Al cabo de un mes de ocupación, Drake, cuyo propósito no era apoderarse de la isla Española, negoció con un grupo de vecinos, al frente de los cuales estaba el gobernador Ovalles, devolver la ciudad a cambio de una recompensa o rescate de ¡200,000 ducados!
Se trató, evidentemente, de una suma exorbitante para la escasa población de la ciudad que ni tenía ni podía reunir semejante cantidad de dinero.
Finalmente, se convino en que, a cambio de 25,000 ducados que con mucho esfuerzo reunieron los vecinos, se les devolverían la ciudad.
El 10 de febrero de 1586 los ingleses abandonaron el puerto de Santo Domingo, dejando la ciudad totalmente arruinada. En su ruta de regreso incendiaron Cartagena de Indias y destruyeron el puerto de San Agustín, en La Florida. Se dice que llegó a Inglaterra con un botín calculado en más de 600,000 libras esterlinas. Dos años después, ya con el rango de Vicealmirante, Sir Francis Drake se destacó en el triunfo que obtuvo la marina británica frente a la Armada Invencible de Felipe II en 1588.
De nuevo en sus correrías por las Indias Occidentales, Francis Drake falleció en 1596 en las proximidades de Portobelo (hoy Panamá), acaso víctima de envenenamiento. Su cadáver fue lanzado al mar…