Aunque su faceta más conocida fue la de promotor del libro, en Francisco Celio Carías Lavandier hay que destacar su capacidad de gramático y políglota prácticamente autodidacta y su excepcional cultura adquirida en la indetenible lectura porque, huérfano desde pequeño, no tuvo medios para estudiar más allá de la enseñanza elemental.
Fue, además, desprendido mecenas, filántropo que dotaba de libros de texto a estudiantes pobres y discreto opositor al régimen trujillista. Las tertulias de su negocio no eran solo literarias. También se criticaba a la dictadura.
Su única escuela fue la que dirigían los pastores de la Iglesia Presbiteriana de Samaná, donde nació el 25 de noviembre de 1895, hijo de Francisco Carías e Inés Lavandier.
Sin embargo, relacionándose con los extranjeros aprendió inglés y francés que dominaba con tanta maestría como la gramática castellana. También sabía latín y con aquellos maestros evangélicos recibió lecciones de música. Siendo apenas un infante, hablaba con jamaiquinos y holandeses en sus lenguas nativas, tan solo de escucharlos.
Lo había acogido su tío Julio Alejandro Lavandier, pero cuando ya era adolescente decidió independizarse, buscar nuevos espacios y trabajo que le permitiera ayudar a mantener a sus hermanos Francisco Emiliano, Francisco y Francisca. Llegó a San Pedro de Macorís pero su permanencia allí fue breve, pues la Capital se le presentaba más promisoria.
Solicitó y obtuvo empleo en la Receptoría General de Aduanas en la que no solo recibió promociones continuas sino homenajes por su seriedad, su dedicación y el “estricto cumplimiento del deber”.
Del notable propietario de la librería “Nueva”, una de las primeras que tuvo la República, hablan su hijo José María Carías Dominici y su nieto Francisco Andrés quien demuestra notable conocimiento y gran admiración por la historia de su abuelo.
Ambos evocan pasajes de la vida del distinguido intelectual y buscan en archivos y armarios en los que conservan fotos, escritos y algunos objetos que le pertenecieron.
La librería nació en 1937 en la calle Arzobispo Nouel pero un año después su sitio definitivo fue El Conde 65, entre José Reyes y Sánchez, frente al teatro Santomé.
En una biografía sobre Carías Lavandier, Virgilio Hoepelman afirma que el establecimiento compartió con la Librería Dominicana, de Julio Postigo, “los honores del reconocimiento público durante lustros”. Agrega que “la Librería Nueva fue una especie de ateneo o academia”.
Allí se daban cita Virgilio Díaz Ordóñez, Américo Lugo, José de Jesús Núñez Domínguez, Julio Ortega Frier, Alcides García Lluberes, Vigil Díaz, A. Patín Maceo, Arturo Logroño, Manuel Arturo Peña Batlle, Pedro René Contín Aybar, Ramón Emilio Jiménez, entre otros que llegaban casi puntuales a las 5:00 de la tarde. Aunque en este grupo había connotados trujillistas y pese a que el propio Trujillo llegó a visitar la librería, su propietario era constantemente vigilado. El tirano sospechaba de las reuniones.
José María no admite que su padre fuera político o antitrujillista, pero confiesa que en el centro comercial “se hablaba mal del régimen”, principalmente cuando el encuentro de don Francisco era con Patín Maceo, Vigil Díaz y Américo Lugo. Pero nunca pasó nada, gracias a Dios”, exclama.
Hoepelman, sin embargo, dice que observaba el rostro preocupado de don Francisco que “era el mero reflejo de sus meditaciones sobre la situación política así como de su firme propósito de combatir el régimen imperante aunque fuera con su ostensible hosquedad y con su ausencia en muchos actos en los cuales pudiera estar el dictador”.
José María recuerda que el tirano algunas veces se preguntó: “¿Y este Carías, qué se trae?” y que la amistad de la esposa del librero con María Martínez, lo salvó de la cárcel.
Empero, Hoepelman añade que este no podía ocultar su animadversión por el tirano. Siempre, agrega, “fue muy vigilado, de día y de noche”.
Apunta que “las tertulias que se celebraban en la Librería Nueva no dejaron de suscitar dudas suspicaces en el Gobierno, pues un Américo Lugo, por ejemplo, era considerado enemigo o poco simpatizante del régimen por haberse negado a escribir la Historia de Santo Domingo más allá del siglo XIX…”.
No obstante, en 1955 Francisco Carías fue contratado para trabajar en las exhibiciones de libros instaladas en la Feria de la Paz y Confraternidad del Mundo Libre.
Se tomaron en cuenta sus conocimientos bibliográficos, gran cultura y sociabilidad. Recibía, atendía y explicaba a los visitantes el contenido de los ejemplares y daba referencias de los autores.
El nieto cuenta: “No le cobró un centavo a Trujillo por este trabajo y por insistencia de los organizadores aceptó que le entregaran un cheque simbólico de un peso”.
Francisco Celio casó en diciembre de 1925 con Nelly Mariana Dominici.
“Ningún trabajo es deshonra”. En los altos de la librería vivía la familia. Francisco se levantaba en la madrugada a escuchar noticias de Cuba, desayunaba y bajaba a barrer el frente de su negocio, lo que molestaba a la esposa.
José María, que nació el 8 de septiembre del año 1933, ya estudiaba ingeniería civil en la Universidad de Santo Domingo, pero para evitar disgustos entre sus padres bajó un día a quitarle la escoba para ayudarlo y él se la entregó comentándole: “Sigue ayudándome, que ningún trabajo es deshonra”, recuerda.
Entre las evocaciones de los Carías Dominici Cordero están las vacaciones y fines de semana en la casa de la familia en Boca Chica, donde Francisco Celio era visitado por Juan Bautista Vicini, Eduardo Pellerano Sardá, “el señor Ricart” y otros. Narran de sus colaboraciones en La Opinión, llevado por su amigo “Scoffet”.
Tenía dos empleados para cuando estaba cumpliendo horario en Aduanas, Julián y Manuel, pero gustaba recibir personalmente a sus clientes.
“Era además muy amigo de Rafael Augusto Sánchez y se juntaba a oír la pelota con Guillermo Sánchez Sanlley”, explicó.
Vestido invariablemente con pantalón y chaqueta blancos, de hilo, corbata y sombrero, tomaba cerveza, sobre todo en la Nochebuena.
La descendencia no recuerda en él otro hobby que no fuera la lectura y la presencia a las 7:00 de la noche en el parque Colón, donde acompañaba a Vigil Díaz y “al presidente Peynado con su mecedora”.
“Siempre sonreía, era agradable, tranquilo, inteligentísimo. Éramos siete hermanos y papá nunca cogió una correa o la mano para pegarnos; solo nos corregía con una mirada y hablándonos con cariño”, dice el hijo.
“Nos dejó como ejemplo su honradez, su caballerosidad, su humildad. Era un hombre muy querido”, agrega José María.
Francisco Celio y Nelly Mariana procrearon a José María, Julio Alejandro, Francisco Celio, Porfirio Ramón, Alberto, Margarita y Nelly. Sobreviven el primero y Nelly, que reside en Luisiana.
El reconocido hombre de letras murió de un infarto el 11 de febrero de 1960.
La calle. El 24 de julio de 1978, el Ayuntamiento del Distrito Nacional tomó en cuenta los méritos intelectuales y aportes culturales de Francisco Celio Carías Lavandier y designó con su nombre la antigua calle 12 de la urbanización Paraíso “que se extiende de este a oeste desde la calle Federico Gerardino hasta la avenida Winston Churchill”.