Francisco Henríquez y Carvajal fue una de las lumbreras más grandes de la República Dominicana. Buen presidente que respetó los derechos humanos y promulgó legislaciones favorables al país, brillante economista, área en la que fue pionero. Sus artículos sobre la deuda externa son interesantes y profundos. Como intelectual fue la autoridad máxima. Pero no es cierto, como ha recogido la historia, que fuera un buen patriota”.
El historiador Orlando Inoa, que lleva años dedicado al estudio de la familia Henríquez, hace esas aseveraciones y agrega que Pancho, como le llamaban, “participó en la política buscando prebendas”.
“Me sorprende cómo la posteridad toma el momento más crítico de su vida y lo exalta cuando en la campaña nacionalista de la Ocupación Norteamericana lo que él quería era que lo restablecieran como Presidente”, agrega.
Significa que “el día que se arrió la bandera dominicana Pancho no estaba aquí, volvió al país a darle su apoyo a Trujillo”. Por otro lado, Inoa manifiesta que el ilustre médico, abogado y maestro “apuntaló a los dos dictadores más sanguinarios: Lilís y Trujillo. Se retiró de Heureaux porque le quitó la canonjía”.
Reitera su admirable preparación, afirma que aquí no hay otro intelectual como él y pregunta: “Pero, ¿Pancho patriota? ¿El que debemos enseñar en las escuelas para que los alumnos lo imiten? Yo creo que no”.
“Cuestiono su nacionalismo, que era acomodado. Me parece que el nicho en el Panteón Nacional le queda grande”, enfatiza Inoa.
Orlando tiene escrito “El presidente Francisco Henríquez y Carvajal y la Ocupación Norteamericana de 1916”, que fue publicado en parte. Contiene estudios sobre su efímero mandato, la actuación durante la intervención de Estados Unidos en la República Dominicana y análisis de lo que ha recogido la posteridad. De sus investigaciones ha publicado “Pedro Henríquez Ureña y la Universidad de Santo Domingo”. El de Francisco Henríquez y Carvajal será insertado en “Pedro Henríquez Ureña y otros trabajos”.
También investiga al que considera el gran desconocido de esa notable parentela: Francisco Henríquez Ureña. “No fue literato, por eso no se conoce. Tuvo problemas personales a principios de siglo. Pancho buscó a Américo Lugo y a Deschamps y sacaron de la cárcel a Frank, terminó el bachillerato y cuando su padre salió para Europa se lo llevó junto a Pedro a Nueva York, luego, siendo canciller, sacó a Max”. Frank, relata, “había matado a un hombre”. Después, “por la mediación de Máximo Gómez, paciente de Pancho, se fueron a Cuba”.
“La relación de Pedro con su padre nunca fue buena. Fue hechura de Salomé, su madre, siempre se quedó con ella. Frank se convirtió en un simplón y Pedro en el mejor humanista de América. Frank solo vino al país a asesorar a Trujillo en la instalación de una compañía”. En la familia Henríquez, dice, “la estrella era Salomé a la que el esposo dejó sola en Puerto Plata, con Pedro y Max, ya tuberculosa, cuando Lilís fusiló a Eugenio Generoso de Marchena. Pancho se metió en miedo y se fue a Cabo Haitiano. No volvió excepto días antes de la muerte de ella”.
Inoa señala que Henríquez y Carvajal “mantuvo allí una relación extramarital con Natividad Lauranzón, pero en París tuvo una hija que era un secreto, no fue extraño su afán por viajar constantemente a Francia”.
Afirma que con Salomé “fue despiadado” y la amenazaba escribiéndole que si le pasaba algo a sus hijos sería la cosa más catastrófica. Salomé le enviaba dinero”.
Asegura que Salomé se enamoró de los grandes conocimientos de Henríquez. “Él le enseñó ciencias y contribuyó a su formación intelectual. Salomé es reconocida como la creadora del Instituto de Señoritas pero, a decir verdad, fue una concepción de Pancho, Salomé lo instrumentalizó”-
Lilís y Pancho. “Pancho fue multifacético: bebió del liberalismo de los Azules, que traicionó después, fue un servil de Lilís, enterrador del Partido Azul”, expresa Inoa. “Desea irse fuera, para ser egresado de la Escuela de París, y la vía que usó no fue la más honrosa. Aprovechó su acercamiento con Lilís”, expresa, refiriendo una foto que Henríquez le envió al tirano y a que el dictador le cedió un local de su propiedad para el instituto.
Sin embargo, acota, “cometió errores que le salieron bastante caros”, atender a De Marchena y hacerse amigo de Juan Isidro Jimenes. “Se vio asediado en la calle y tuvo que tratar pacientes desahuciados, por eso el índice de mortalidad de él era el más alto, en el tranvía le voceaban Lechuza” (ave asociada con la muerte). De entonces es su exilio en Haití.
Posteriormente, manifiesta, se fue a Europa pagado por el Estado, “pero simplemente se fue a ver a su hija. Cuando Jimenes fue Presidente cabildeó el puesto de representante en París”.
En el periodo de la Ocupación, Federico, su hermano, se negó a aceptar la presidencia de la República por las imposiciones de Estados Unidos “exigencias que Pancho toleró. Él hizo todo lo posible por complacer a los norteamericanos. Todavía cuando se produjo la Ocupación intentó quedarse. Es famosa la fotografía de su gabinete dos días después”.
“Retornó a Cuba y fue la cabeza del Movimiento Nacionalista hasta que perdió el control del grupo. Vino y realizó un periplo por el país, “se unió a Horacio Vásquez en Puerto Plata”.
Dice que aunque el congreso lo llamó a la presidencia para que convocara a elecciones, “intentó reorganizar el partido jimenista para competir”, luego trató “de convertirse en ente aglutinador de la oposición, espacio que perdió frente a la Unión Nacionalista. Se fue a Santiago de Cuba y el golpe de gracia fue la supremacía de Peynado, que eclipsó su plan. Peynado, con dinero de su bolsillo, buscó una solución que nunca encontró Henríquez y Carvajal”.
“Después de la Ocupación se esfumó del escenario político, no volvió a brillar, sus opositores le llamaron oportunista, siempre llegaba donde repartían, lo acusaron de venir solo a beneficiarse”, declara Inoa. “Cuando Horacio Vásquez cometió la ignominia de prolongarse y reelegirse, Pancho se solidarizó con él”.
En el apartado que titula “Postrado ante Trujillo”, Inoa describe las prebendas que el ilustre intelectual obtuvo del dictador y las demostraciones de admiración mutua, “echando por tierra toda su participación democrática en los avatares de la lucha política dominicana”.
Aparte de la prensa, Orlando Inoa cita en este trabajo numerosas fuentes dominicanas y extranjeras. Entrevistó a un descendiente de los Henríquez, José Manuel Henríquez Soñé, que le facilitó el árbol genealógico de sus ancestros en el que se consigna el nombre de la hija francesa de Francisco Henríquez y Carvajal, Mercedes Amelie, cuya madre fue la enfermera Clarisse Brodin, ocho años más joven que Henríquez.
Mercedes murió a los 43 años, el 29 de octubre de 1934. “Fue entonces cuando él decidió revelar su secreto”, apunta Inoa.