Hace una semana… Miércoles Santo… Regresaba Roberto de Santiago y veía con asombro la cantidad de carros que salía con rumbo a las ciudades del norte del país… ¡¡¡Casi todos como pegados con chiclets!!! Su atención está cautivada por las luces encendidas de la caravana de carros… Eran como las 7 de la tardecita…¡De pronto, un destello de luz rojiza acompañada de humareda asciende desde algún lugar más adelante a la derecha de la carretera!
“Roberto –pregunta Píndaro-… ¿Y qué hiciste al ver el fenómeno?”… A lo que recibió como respuesta: “Aceleré lo que pude, pues la vía estaba más suave, y siempre me orienté hacia lo que cada vez cobraba más fuerza… En unos cinco minutos me vi frente a una nave entre tres de ellas, de la cual brotaba humo en su parte posterior de su techo… Eran como las seis de la tarde… Algo me decía que conocía la zona… Precisamente, hace unos años estuve tratando de alquilar una de las naves industriales en esa área a la entrada de la capital pero, no tuve suerte alguna…”.
“Y… ¿cuál fue tu reacción al verte frente a semejante evento, mientras por el otro lado de la vía los pasajeros dejaban la ciudad vacía?” – cuestiona Píndaro…
“La primera impresión, fue encontrarme frente a frente a un joven empresario cuya impotencia ante el siniestro brotaba de su expresión facial… Con cuidado, me acerqué a él para oírle más claramente sus lamentos”… ‘El fuego empezó como a las seis –decía- y de inmediato llamamos al 911… Veinticinco minutos más tarde, apareció una unidad y su primera actitud fue la de sólo preguntar qué estaba pasando… Al ver la desesperación de quienes allí estaban, piden refuerzos y… ¡media hora más tarde! llegan los que en definitiva iban a proceder a apagar un fuego que, al momento de esa llegada… ¡ya tenía en sus buenas casi una hora!’ –refiere el joven-…
“Pero tú estás hablando de un fuego en el área del Distrito? –pregunta un ahora preocupado Píndaro-. A lo que Roberto de inmediato le responde: “Se trataba de un fuego que, aunque en plena autopista de entrada a la capital, su ubicación geográfica lo señala como perteneciente a Santo Domingo Oeste y, por tanto, la primera respuesta de intento de ayuda fue prestada por los bomberos de ese territorio… Lo triste de este caso fue cómo presencié una descoordinación total, aún habiéndose establecido una comunicación inicial con el moderno sistema del 911… Los que llegaron a responder de Santo Domingo Oeste, no tenían mangueras para apagar el fuego que ya estaba acabando con una de las naves y extendiéndose a las dos más cercanas a ambos lados… No tenían agua suficiente ni vehículos preparados para estos casos… Uno de los camiones tenía una bomba que, una vez encendida, su labor a rendir consistiría en ayudar a bombear con cierta presión la poca de que disponían… Pero, surgió un problema: Necesitaban una soguita para encender la bomba y ellos no la tenían… Y, combustible para mantenerla encendida que –por las palabras escuchadas por mi- tampoco tenían…”.
“Y… ¿Entonces estaban a mano pelá? –expresa un asombrado Píndaro-…
“Lo que es peor, amigo –responde Roberto-… ¡Se estaba haciendo de noche y ni focos tenían!… Luego de llegar camiones de refuerzos de los bomberos del Distrito, cinco horas más tarde lograron apaciguarlo pero, no extinguirlo… Y, en un momento en que todos todavía estábamos en la expectativa, escuchamos al líder de los bomberos de la división Oeste de la ciudad que ordena a los que habían venido del Distrito a abandonar el lugar porque ellos tenía el pleno control de la situación… Al escuchar la orden, estos se retiran pero, para asombro de nosotros y ante el clamor del joven empresario que parecía tener alguna relación con las propiedades afectadas, y quien les reclamaba que todavía podían reactivarse las llamas, que por favor se quedaran, estos deciden abandonar la escena del fuego para regresar al día siguiente… La expresión escuchada por mí fue: ‘A mi nadie me da órdenes… ¡Yo no cojo presión de nadie!… ¡Nosotros nos vamos porque aquí ya no hay más nada que hacer!’…
“Transcurrió la noche y, en la mañana siguiente –según nos enteramos por la televisión-, ya el fuego se había reactivado por arriba y por abajo… Por arriba, en los techos calcinados de tres valiosas naves industriales… Por abajo, de aquél señor que, debiendo ser un líder bomberil para buscar soluciones, nos demostró a los que presenciamos el desarrollo del siniestro en la noche previa, que al parecer otros intereses son más importantes para su figureo”.