Y lo expulsaron de la sinagoga. (Juan 9:34).
Jesús había sanado a un ciego de nacimiento, luego de ponerle poco de lodo en los ojos. Y ese impactante milagro en vez de ser motivo de júbilo, fue causa de juicio y persecusión.
Los fariseos creían que se debía dar la gloria a Dios, pero no a Jesús, quien siendo hombre se hacía Dios. Y para los judíos, eso era blasfemia. Jesús le pedía que si no le creían a él, amén, pero que creyeran en sus obras. Y les decía: Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis; pero si las hago, aunque a mí no me creáis, creed las obras; para que sepáis y entendáis que el Padre está en mí y yo en el Padre. (Juan 10:33-38).
Pero la gente llevó al que era ciego ante los fariseos porque era día de reposo. Y hacer lodo un sábado estaba prohibido. Lo enjuiciaron; si Jesús era pecador o no, él no lo sabía; lo que sí sabía es que era ciego y que ahora veía; y qué opina de ese hombre que te sanó; que era un profeta, le contestó el que era ciego. Pero como los fariseos no creían, fueron adonde sus padres a interrogarlos. Pero ellos tenían miedo de ser expulsados de la sinagoga. Y solo dijeron que solo sabían que su hijo era ciego y que ahora veía. Quién lo sanó. No sabían, pregúntaselo a él, es mayor de edad, le dijeron.
Los fariseos volvieron a preguntarle al que era ciego: era Dios quien tenía que recibir la gloria, no Jesús a quien consideraban un pecador porque hizo un lodo en el día del reposo, le dijeron. El ciego le insistió que no sabía si era pecador; solo sabe que antes era ciego y que ahora veía. Y volvieron a preguntarle cómo fue que Jesús le hizo eso. Y él le contestó si ellos querían ser discípulos de Jesús; ya le había contestado antes. El que era ciego ahora le habló como un teólogo y les dijo: Dios no escucha a los pecadores pero está dispuesto a escuchar a los que lo adoran y hacen su voluntad. Y esa verdad fue el colmo; no le gustó a los fariseos.
En lugar de mostrarle amor y misericordia, de apoyar al que era ciego, de abrirle puertas, de ver el fruto, de oír su testimonio; en lugar de estimular el gozo, de reconocer que Jesús hizo un milagro en su vida porque era el Hijo de Dios, se ofendieron. Y lo expulsaron de la sinagoga. (Juan 9:34).