A esta hora deben haberse agotado todos los adjetivos disponibles para descalificar el proyecto de reforma del Código Penal aprobado por los senadores como quien lleva caña para el ingenio, unas prisas que, vistos los resultados, nadie acaba de entender, pues hubiera sido preferible mantenerlo en el limbo al que parecía estar condenado durante los últimos veinte años a verlos evacuar (fuera del cajón para colmo) ese engendro sin pies ni cabeza del que dicen estar tan satisfechos y orgullosos, otra razón más para el espanto y la pérdida de fe en el buen juicio de nuestros legisladores.
¿Cómo no estar de acuerdo con Foro Ciudadano cuando afirma que la prescripción a los veinte años de los delitos de corrupción administrativa contribuye a fortalecer la cultura de la impunidad en este país? ¿Cómo no entender la preocupación externada por el Gabinete de la Niñez y Adolescencia, que dirige la primera dama Raquel Arbaje, por la indefensión en que deja a un segmento de la población tan vulnerable al violar el sistema de protección y los derechos del menor? ¿Cómo aceptar que la convivencia se considere un atenuante para la violación sexual, enmascarada como una relación sexual “no consentida”?
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Los diputados de la oposición, que han visto en el proyecto aprobado por los senadores una oportunidad para tratar de pescar capital político, han propuesto que sea leído y debatido en el hemiciclo artículo por artículo (son 419) para ver qué fue lo que realmente hicieron los senadores, pero a juzgar por las declaraciones de ayer del presidente de la Cámara de Diputados, Alfredo Pacheco, todo indica que existe la intención de aprobarlo tal y como está.
No debe sorprendernos la sordera de nuestros legisladores, pero el presidente Luis Abinader no puede permitirse el lujo de ignorar los rechazos que ha generado hasta en su propio gobierno, por lo que confiamos en que no se va a echar ese muerto encima, con el que tendrá que cargar el resto de su vida, y no lo va a promulgar.