Es la ficción vencida, la derrota de la fantasía, sin posibilidad de competir con la realidad. Y en tiempo de circo, el recuerdo de Houdini, el escapista insuperable que rompía cadenas, aparecía y desaparecía. Cada caso renueva el inventario. Basta buscar y cambiar lugar en la lista. A cada rato el personaje que ocupa el lugar cimero es desplazado y el laurel lo exhibe alguien más osado. Ya Enrique Blanco no está en el imaginario colectivo, menos Correa Coto. La hazaña de Angito es leyenda. El asesino del temible general Beauchamps Javier, entretuvo al país con asomos y travesuras. El público no quería algo tan pedestre como un delincuente común que comete robo agravado, con nocturnidad, violación de domicilio, estupro y homicidio. Quería conspiración trasnacional. Fatigado, luego de tanto subir y bajar montañas, de enfrentar cimarrones y plagas, Angito apareció. Pactó. El acuerdo incluía la devolución del fusil, propiedad del coronel Caamaño, que la víctima exhibía como trofeo de Caracoles.
El año pasado, el escape de los pilotos franceses, condenados y libres, arrebató primacía. Odos y Fauret, sorprendidos en marzo del 2013, cuando se disponían a transportar 700 kilos de cocaína, desde Punta Cana a Saint Tropez, fueron rescatados de esta isla salvaje para preservar su integridad. La estrategia para la huida fue diseñada por un euro diputado y un criminólogo francés. Una condena de 20 años de prisión, quedó en el papel. La proeza provocó remembranzas de aviones, barcazas, disfraces. Evocación de la frontera que permitió la salida de esbirros de la tiranía, atormentados por la venganza que jamás existió. Recordó el entra y sale de violadores, útiles para campañas electorales. La teatralidad que acompañó el escape de algunos funcionarios del tercer gobierno del PRD-1982-86-. Muchachones que desfalcaron, huyeron y los oportunistas perdonavidas, jamás mencionan. Infaltable entonces la inclusión de Mazurka, de Sam Goodson, de los Palmas Meccia. Figueroa Agosto y el realismo mágico. Versión masculina de Remedios la bella. Sin olvidar la despreciable estampa de Wesolosky. El tino debe imperar para no confundir conceptos en esta época de acotejos. Es necesario diferenciar desaparición y el escape de la culpa.
La desaparición, además del desgarro que provoca, tiene categoría jurídica, debe ser declarada, luego de satisfecho el procedimiento establecido. Para el derecho internacional la desaparición forzada está tipificada como: “el arresto, la detención, el secuestro o cualquier otra forma de privación de libertad que sean obra de agentes del Estado o por grupos de personas que actúan con la autorización, el apoyo del Estado, seguida de la negativa a reconocer dicha privación de libertad o del ocultamiento del paradero de la persona, sustrayéndola a la protección de la ley”. La tan cacareada “desaparición” del exteniente John Emilio Percival Matos, no es tal. El hombre está prófugo y eso es diferente. Lo más conveniente sería su entrega. A fin de cuentas, siempre ha tenido suerte. Convenció a un tribunal, cuando le imputaron el robo de un avión, que todo era parte de una persecución contra su padre. Entre prófugo y desaparecido existe un abismo, igual que entre estafadores de zaguán y aquellos con aquiescencia y protección.
Las ocurrencias desafortunadas mortifican, exponen jornadas redentoras, nombradías y consignas. El discurso ético, solo contra algunos, no resiste brisa, menos temporal. Es difícil para las organizaciones que pretenden el fin de la impunidad, justificar el caso del exmilitar prófugo. Del mismo modo eludir el caso INVERSIA o apañarlo. ¿Cómo explicar que ciudadanos con prestancia, patrimonio y poder, demandantes de castigo para otros, prefieran el cobijo de una entidad ilegal, para su inversión?
Los clientes de INVERSIA rechazaron la vigilancia y protección de la autoridad monetaria y financiera. Ahora, solo mascullan. Pretenden impedir las indagaciones para que la infracción tenga el resguardo del silencio. Mejor acusar a los políticos, sin linaje, que para eso financian voces, patrocinan. Habrá afán para trastocar hechos. Para el disimulo. Urge convertir la estafa en error y la fuga en otra cosa.