Felicitaciones, risas y abrazos son las expresiones que están recibiendo las personas que han sido nombradas en los organismos del Estado; sus aliados y allegados los felicitan como si se sacaran las loterías más grande del mundo, el Mega Millions y el Powerball.
Los nombramientos que esos funcionarios han recibido, no sólo produce en muchos de ellos este sentir de agraciados, sino que también contagian a sus amigos, a sus familiares y a sus seguidores; es como que todos ellos gritaran a todo pulmón: ¡por fin!, hemos roto el ciclo de pobreza; aquella pobreza y estrechez que viene remolcándonos por generaciones, y ahora, esos nombramientos nos dan la garantía para obtener el sueño de entrar al círculo de la plutocracia, ¡por fin!, lo hemos logrado.
Los funcionarios nombrados para ejercer una función en los organismos del Estado dominicano, no pueden ni deberían aspirar a obtener riquezas ilicitas, injustificadas y desbordantes; ellos deben tener claro que son empleados, son personas que desempeñan un ejercicio público, son trabajadores en los que el pueblo confió para emplearlos y que deben limitarse a cumplir las funciones en un organismo del Estado. En otras palabras, el funcionario no es dueño del país, es un servidor y un facilitador que representa su pueblo ante el Estado dominicano.
El funcionario que aspira a ganar movilidad social con los bienes del Estado tendrá tres elementos en su contra; el primero es el elemento moral, es cuando la conciencia te dice que algo no está bien y que debe sujetarte a los principios establecidos, que no debe mentir, que no debe sustraer el acervo del Estado o del pueblo. El segundo elemento tiene una connotación legal, y es el temor al castigo por violentar las leyes establecidas, temor al imperio de la ley, temor a perder su trabajo y temor a que lo envíen a la cárcel. El tercer elemento es contestatario, este es muy peligroso porque está lleno de frustraciones acumuladas que se manifiestan y se encarnan en un pueblo cansado de ser usado como una prostituta que sólo es tomada en cuenta para apagar la sed existencial de un hombre sin identidad y sin destino, que sólo tiene como fin último satisfacer sus deseos efímeros y sin sentido. El pueblo se cansó y ahora está observando como si fuera un águila lista para atrapar a su víctima visualizada a distancia. El funcionario que intente enriquecerse sentirá las garras agudas y mortales del pueblo contestatario incrustada en su lado izquierdo de su cuello.
Llegó el momento de que dejemos de concebir a los funcionarios como los dueños del país; y como las ideas tienen consecuencias, creo que sería muy provechoso que reemplacemos el término funcionario por servidores públicos. De esta forma la tentación de usar los nombramientos para producir una movilidad social se vería interceptada, frenada y reprimida; entonces así, tendremos más servidores en los organismos del Estado, con una ética de servicio y con una gestión de honradez.
El pueblo ya tomó conciencia, nos hemos convertido en una masa contestataria que ha tomado control y dirección del proceso sociopolítico, y que exige suspensión y cárcel para aquellos que han manchado su rol de servidores públicos.