Ocupando la undécima posición en el índice mundial de países más vulnerables a alteraciones meteorológicas, la República Dominicana mantiene en agenda reducir la emisión de gases de efecto invernadero sin que aparezca todavía una recia aplicación de normas contra la contaminación que causa el transporte (20% de toda la polución reinante) y en por lo menos diez territorios de provincias la quema de carbón y la extracción de materiales de construcción azotan bosques, playas y ríos, disminuyendo la capacidad de resistir lo que ya está llegando.
Los pasivos ambientales de viejo registro que se expresan en la reducción de zonas boscosas y extinción de corrientes fluviales mantienen alta la deuda contraída por generaciones con la preservación para futuro de recursos naturales. Y sobre estos recaen ya duras facturaciones de la madre naturaleza como: embestidas lluviosas sin precedentes como las de los dos últimos noviembres y cada vez más frecuentes incendios forestales de generación espontánea que antes estallaban cada doce años ahora lo hacen cada tres o dos años.
Puede leer: La frontera: mercado de Dajabón se mantiene nulo
El actual recrudecimiento de los casos de dengue, propiciado por una más elevada humedad y niveles de calor desconocidos hasta por adultos mayores, conecta con lo aseverado por algunos organismos multilaterales: «El cambio climático constituye una advertencia muy grave para la salud humana. Afecta los entornos físicos ( ) y es un multiplicador de amenazas que socaba y podría revertir décadas de avances en el ámbito de la salud».
Con Haití de vecino como mayor consumidor per cápita de carbón vegetal y leña para cocinar en este hemisferio, República Dominicana ha fungido en ocasiones como proveedor con ilegalidad de combustibles primarios que han dejado montañas peladas al otro lado de la frontera, lo que explica que después de extinguir sus propias reservas maderables, hordas haitianas con complicidades locales hayan puesto garras sobre bosques criollos, una devastación atenuada provisionalmente por la interrupción con bloqueo de los intercambios comerciales.
Hace poco más de un año surgió una prueba contundente de que el fuego de muchos fogones de zonas rurales y urbanas marginales de los dos países de la isla ha sido alimentado con material extraído despiadadamente de zonas verdes, preferiblemente de la propia República Dominicana en la que todavía abundan.
Un operativo militar poco usual a favor del ambiente sobre el territorial nacional detectó al comenzar el año pasado 60 hornos de carbón en torno a los cuales tomaron presas a 126 personas en flagrante delito, se incautaron 141 sacos contentivos del producto de la quema y confiscaron 76 vehículos empleados para un comercio transnacional que fomenta agresiones al ecosistema. No hay indicación de que esas maquinarias devastadoras hayan desaparecido.
Mayor preocupación
Los preludios de que los daños locales al ambiente acentuarían los efectos del cambio climático surgen con alarma desde los especialistas, entre ellos el biólogo Luis Carvajal, que hace algún tiempo advirtió que la destrucción y desaparición de diferentes especiales vegetales (que moraban en bosques arrasados por llamas) eliminan la protección del suelo constituida por hojarascas al tiempo de ocurrir una generación excesiva de cenizas y de inundaciones catastróficas.
Como miembro de la Comisión Ambiental de la UASD y de la Academia de Ciencias, Carvajal describió el surgimiento más frecuentes de incendios forestales como signo irrebatible de que el calentamiento global expande sus efectos sobre la República Dominicana. Esta que es asiento de un pequeño Estado insular subdesarrollado y de notable vulnerabilidad.
Entre las causas directas del cambio climático que se hace sentir, el ingeniero agroforestal y columnista de este periódico Eleuterio Martínez ha señalado la emisión de gases desde vehículos que consumen combustibles fósiles y un número importante de industrias con el agravante de: «el derroche de energía, la deforestación y la generación excesiva de residuos fabriles vertidos al aire». Mencionó en la ocasión: el dióxido de carbono (C02), metano, óxido nitroso y el clorofluorocarbono.
Nathalia Gracia Checo, encargada de Proyectos y Estudios de Movilidad que el Estado patrocina, certificó en fecha reciente que «las emisiones emitidas por los carros privados sobrepasan las de los otros vehículos de motor». Sus residuos gaseosos representan un 56% del total y los autos del concho y los buses solo aportan 16% y 15%.
INTENSA DESTRUCCIÓN
La inamovible ubicación del país en la ruta caribeña de los fenómenos meteorológicos más destructivos obliga a tomar en cuenta, con dramatismo si se quiere, el criterio científico que indica que «el cambio climático hace que los huracanes sean más fuertes. Conforme las temperaturas del mar se elevan, los huracanes se vuelven más violentos y poderosos causando daño y pérdida de vidas», algo ligado también a las lluvias extremas y por tanto a las inundaciones.
Los hechos lo confirman: a julio de este año (mes más cálido desde la era preindustrial) la temperatura promedio del planeta aumentó 1,5 grados con el pronóstico ominoso de la agencia meteorológica de la ONU de que «las temperaturas mundiales alcanzarán niveles récord impulsadas por los gases de efecto invernadero y por el fenómeno natural de El Niño, lo que tendrá repercusiones en la salud, la seguridad alimentaria y el medio ambiente».
Como se ha señalado antes, República Dominicana se encuentra entre los países más expuestos a desastres naturales (posición 11 en el Índice Global de Riesgo Climático) y el análisis de los puntos críticos de vulnerabilidad muestra que 13 provincias se encuentran en los niveles de «alta a muy alta» condición frágil, y entre ellas las más expuestas son Pedernales, Baoruco, Barahona, Elías Piña, El Seibo y Santo Domingo. Los sectores económicos de mayores riesgos son el turismo y la agricultura.
En pie de guerra
Hace dos años, con sensibilidad a los pronósticos, República Dominicana aumentó su meta de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero al incluir entre sus compromisos internacionales combatir la proliferación de contaminantes de «vida corta» como el carbón negro, el metano, el ozono y otros que van a la atmósfera durante procesos de fabricación y a través de fugas, reparaciones y desecho de los equipos en los que se los utiliza. Un programa que marcha hacia esos objetivos fue dispuesto por Consejo Nacional para el Cambio Climático.
En acción está también el Ministerio de Medio Ambiente, que tiene como objetivo profundizar y ampliar la gestión para la mejora de la calidad del aire y con ello «proteger la salud respiratoria de la población», contando con el apoyo técnico y operacional del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). En República Dominicana la entidad multilateral procurará «soluciones al cambio climático centradas en las personas y aumentará su gestión climática hacia una matriz de energías renovables».
Antier, la delegación dominicana presente en la cumbre de Dubai COP28 sobre cambio climático informó del logro alcanzado por este país junto a otras naciones con la decisión de crear un fondo para cubrir pérdidas y daños vinculados a las nuevas circunstancias ambientales. Allí, la representación oficial lideró el proceso que llevó a suscribir el compromiso de reservar, en un principio, 350 millones de dólares para mitigaciones.
Mal acelerado
El órgano internacional que evalúa los efectos del cambio climático vaticinó recientemente que los riesgos climáticos aparecerán más rápido y se agravarán antes de lo que se esperaba y que por tanto «será más difícil adaptarse a un calentamiento mundial acelerado».
El sexto informe del grupo de expertos indica que 3,600 millones de habitantes del planeta ya viven en zonas muy vulnerables al cambio climático. República Dominicana está comprendida en la comunidad de países de ingresos bajos y de los pequeños Estados insulares que resultarían víctimas mayores de las alteraciones, «a pesar de contribuir mínimamente a las emisiones mundiales» que empujan el planeta hacia el desastre.
El reporte pone énfasis en señalar que «el cambio climático ya afecta la salud de muchas maneras; por ejemplo, provocando muertes y enfermedades por fenómenos meteorológicos extremos cada vez más frecuentes, como las olas de calor, las tormentas, las inundaciones y la alteración de los sistemas alimentarios y de las enfermedades transmitidas por comestibles, el agua y vectores; y hasta exacerba los problemas de salud mental.