De duda, temor y angustia ha sido el sentimiento predominante en quienes seguíamos el recién culminado proceso electoral en Brasil del cual Lula ha salido triunfador, viví esa sensación el pasado domingo horas antes de que se iniciase la publicación de los boletines. Pero desde el primero de ellos, dada la relativamente reducida ventaja con que partió su innombrable adversario tuve el pálpito de que Lula sería el triunfador porque en la primera vuelta el derrotado arrancó con una ventaja que inexorablemente se fue reduciendo. Desde el boletín en que este asumió la ventaja, tuve la tranquila seguridad de su victoria. Pero, mantengo la desazón porque el odio, la intolerancia y la violencia verbal y física en ese país y en todo el mundo no paran de crecer.
El triunfo de este aminal político detiene en seco la continuidad en Brasil del ultranacionalismo xenófobo y racista, del autoritarismo militarista y del conservadurismo antidemocrático que son elementos básicos de esa expresión del fascismo que lastran el mundo y particularmente al más grande de los países de Sudamérica. Con esa victoria, podría pararse el más grande ecocidio del planeta: la destrucción del Amazona, la mayor selva tropical del mundo, sin soslayar el hecho de que más de 58 millones de brasileños votaron a favor de la continuidad de un régimen que constituye una afrenta para su país y la región toda. Tampoco la fuerza del bolsonarismo en el Congreso.
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También tomar en cuenta la existencia de partidos y gobiernos formal e informalmente articulados en redes, y a través de la denominado la internacional xenófobo/racista y autoritaria. Al frente de esta están las fuerzas del trumpismo y de Rusia de Putin que interviene abiertamente en algunos procesos electorales apoyando política y financieramente a los grupos filonazis fascistas, como son los casos de la Liga del Norte y sus acólitos en Italia, el partido de la Le Pen en Francia de posiciones xenófoba, racista antisemita y anti islamista, Vox en España y las fuerzas bolsonaristas en Brasil, entre otros.
Esa mayoría triunfante en Brasil lo es claramente en términos de votos, no así en términos político/ideológicos, es una abigarrada sumatoria coyuntural de voluntades para detener el desastre del bolsonarismo, pero aun así su ascenso a poder es de suma importancia. Pero, la amenaza un contexto internacional donde se expande el odio de todo tipo y por consiguiente, enfrentar esa situación constituye un imperativo ético/político de todos, no sólo de quienes integran la referida mayoría. “Si queremos más días para la humanidad, el fascismo debe ser detenido”, dice Petro, sólo en esa perspectiva el triunfo de Lula podrá ser algo más que un respiro.