GASCUE génesis, desarrollo, decadencia y transformación

GASCUE génesis, desarrollo, decadencia y transformación

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Desarrollo
Cuando el general Pedro A. Lluberes (1855-1919) decidió convertir sus prósperos terrenos dedicados a potreros en un sector suburbano para la ciudad, entre los años 1905 y 1915, un nuevo período para la historia urbana de Santo Domingo se había iniciado. Era un ‘bigbang’ hacia la ‘metropilización’ que caracteriza a la capital dominicana del presente. De acuerdo a datos encontrados, Lluberes viajaba con frecuencia a los baños termales de Coamo, en San Juan y fue testigo de la rápida expansión de la ciudad promovida allí por la administración municipal y por el auge constructivo impulsado por la nueva era norteamericana en la isla. A su retorno, encargó al agrimensor Arístides García Mella el diseño de una pequeña urbanización en una parte de sus terrenos, colindante al antiguo camino de Santa Ana, quien dispuso de ocho manzanas cuadradas para ser divididas en solares de mil metros cuadrados, con frentes de 25 metros y profundidad de 40 metros.
El nuevo asentamiento generó una competencia urbanizadora, facilitada por la llegada del automóvil, y todas las áreas colindantes a la ciudad fueron proyectadas para áreas de expansión residencial. Este fenómeno tomó por sorpresa al Ayuntamiento, el cual no tenía en sus manos un plan de urbanización ni reglas claras para controlar el proceso. Las únicas exigencias establecidas a los promotores se limitaron a la presentación de un plano general, trazar los perfiles y las rasantes, pagar 100 pesos por cada kilómetro de calle y fijar los linderos de los solares (Delmonte, 1988: 490). No había exigencia de servicios de infraestructura, iluminación ni espacios públicos, disposición de servicios comunitarios (bomberos, salud, iglesias, comercios, escuelas, etc.) sino que se trató de la creación de parcelas para la venta a particulares. Cada propietario debía abastecerse de aljibes para agua potable y disponer de sus desechos sólidos. La velocidad de los urbanizadores era más rápida que la de las autoridades, que ha sido la característica de Santo Domingo hasta el presente.
No obstante, García Mella estableció linderos suficientes en los laterales y un área para jardín frontal, lo que se convirtió en el sello distintivo del nuevo sector en comparación con la colindancia existente en la zona intramuros ya cargada de edificaciones anexadas unas a otras. Esto permitió promover el nuevo tipo de vivienda como garante de un espíritu de tranquilidad, libertad para el disfrute de los vientos y la iluminación natural en todas las áreas de las viviendas, condiciones de la imagen de un nuevo estatus social desconocido hasta entonces en la ciudad de Santo Domingo.
La competencia no se hizo esperar. Enrique Henríquez contrató al mismo García Mella para que le urbanizara sus terrenos al sur de la Av. Bolívar con la condición de que “mis calles no coincidan con las de Pedrito” en alusión a la urbanización de Lluberes (Pérez Brown, 1997: 36). Surgió el sector de La Primavera. Más adelante, alrededor de 1930, Pedro Marín y su esposa Herminia Pozo, parcelaron su propiedad para crear el ‘Ensanche Independencia’, al oeste de La Primavera y al sur de la Av. Bolívar, cuya morfología se asemeja a los barrios que le antecedieron. Fue idea de los venezolanos Alejandro Rivas Vásquez y el ingeniero Rodolfo Ibarra. (Pérez Brown, 1997:72).
Tal parece que el ciclón de San Zenón, del 3 de septiembre de 1930, marcó la manera de hacer arquitectura en el sector. Como la inmensa mayoría de las casas habían sido construidas en madera o tapia con techos de cinc o de tejas, los vientos del huracán las destruyeron o las lesionaron en alto porcentaje. A partir de aquí, la presencia de edificaciones más acordes con el contexto tropical que estaba representado por el uso de modelos pre-modernos y de materiales ligeros se hizo cada vez más escaso. Se dio paso a la era del hormigón armado en Gascue de manos de ingenieros y arquitectos que sustituyeron a los tradicionales maestros constructores.
En Gascue se concentró la mayor y mejor arquitectura doméstica realizada por arquitectos de alta valía, con soluciones estético-formales de extraordinaria variedad y acoplamiento con las condiciones sociales, urbanas y climáticas que una isla del Caribe podía mostrar. En paralelo, edificios no residenciales formaron parte de ese catálogo de obras –hoy reducido y amenazado-, donde sobresale la elegancia y coherencia de una arquitectura tan austera como el desaparecido hotel Jaragua (1942) a orillas del borde marino.
Hay datos urbanos importantes en la lectura de los planos realizados entre 1938 y 1946: a) la construcción de la Av. Máximo Gómez, en 1936, que establece una marca determinante de los indefinidos límites de la expansión de esos barrios y que atravesó el ensanche Independencia, b) la construcción de la avenida de Circunvalación Oeste, luego Av. Fabré Geffrard y hoy Av. Abraham Lincoln, en 1938, que se consideró un límite proyectado hasta donde la ciudad podía expandirse y que en principio surgió como una vía estratégica para conectar la Estancia Ramfis con la salida hacia el Cibao c) la aparición del aeródromo Miraflores, consecuencia de su traslado desde las inmediaciones de lo que hoy es Los Prados hasta la parte norte de Gascue, d) la distribución en el territorio de los distintos estratos socioeconómicos, con la ubicación de los barrios populares, de obreros y de clase media baja al norte del farallón y los barrios para los de mayor poder adquisitivo al sur, e) el crecimiento extraordinario en apenas 25 años de la zona urbanizada y su dependencia total con la zona intramuros, f) la inexistencia de conectores importantes entre todas las zonas en crecimiento que permitieran un mejor flujo a futuro, situación que en el presente es fundamental. Estos seis puntos, apenas planteados aquí, deben ser estudiados con mayor detenimiento para comprender las causas de la relación cultura-uso-territorio que hacen tan complejo el Santo Domingo del presente.
La construcción del aeropuerto General Andrews, inaugurado el 22 de febrero de 1944, que amplió la franja de terreno alrededor del aeródromo Miraflores, merece un comentario aparte. Ubicado en la planicie encima del farallón, se convirtió en una zona de separación entre el norte y el sur y un incentivo para que la ciudad creciera hacia el oeste, cada vez más alejada del centro económico y social. A mi entender, esto trajo como consecuencia tres hechos no previstos: 1) frenó el crecimiento natural de la ciudad hacia el norte para lograr su cohesión entre las zonas urbanas existentes, 2) la ubicación en 1954 del proyecto de la Feria de la Paz y Confraternidad del Mundo Libre en el extremo sur, no como consecuencia de un plan urbano determinado, sino por la necesidad y premura de disponer de un área de tales dimensiones para edificar el improvisado proyecto y 3) primero el surgimiento de la parcelación de la zona residencial de Piantini y luego de un nuevo centro urbano, conocido como Naco, que más adelante ejercería una influencia importante en el desarrollo de Gascue y de la propia zona intramuros.
Ya a principios de la década de 1950 se consideró necesario el traslado del aeropuerto hacia otro lugar fuera de la ciudad, que terminó ubicándose en Punta Caucedo. La Ley 3397, del 3 de octubre de 1952, lo declaró peligro público (previamente hubo un accidente de avión de carga en el patio de una de las hermanas del dictador que colindaba con la pista sur) y en 1955 el Congreso aprobó el contrato para la construcción del aeropuerto Punta Caucedo. La tardanza en esa decisión, que se materializó a partir de 1957-1959, no permitió aprovechar la creación de un gran centro administrativo y comercial que un proyecto como el de la Feria de la Paz pudo haber aportado. Por tanto, la posible colocación de la Feria de la Paz o centro cívico-administrativo en los terrenos del aeropuerto General Andrews fue una de las tantas oportunidades perdidas para la ciudad de Santo Domingo, pues un terreno que representaba la cuarta parte del territorio urbano y con una topografía regular, podría haber servido para establecer una nueva visión urbana, bajo el control del Ayuntamiento, que evitara el crecimiento de esta ciudad a manos libres por el sector inmobiliario especulativo.

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