Gausachs: Fértil, cierto, universal, el más preciado legado a nuestro país de la España Republicana

Gausachs: Fértil, cierto, universal, el más preciado legado a nuestro país de la España Republicana

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Nadie podía imaginarse que en el año 1940 arribaría a nuestras playas después de cargar a sus espaldas todas las penurias de la vida, vejaciones, exilios y prisiones lacerantes por el solo hecho de ser firme y consecuente de las más justas y cálidas ideas políticas de la época, luchas con calor y decisión contra el fascismo y las ingratas y negras intenciones reaccionarias y atrasadas de un enemigo opresor donde reinaba la barbarie.

Era Gausachs el gran pintor, alumno de Nonell, el consagrado y experimentado maestro que formó genios que nos mostraron el mundo como se gesta la más hermosa expresión de arte, de pintura, la gran pintura.

De los viajes de Barcelona a París, dejó huellas imborrables en el más estrecho círculo de grandes pintores, intelectuales escritores, poetas y comprometida gente, de las tertulias compartidas por personas de mucho talento y de pensamientos avanzados.

Figuras como Picasso, Braque, Marquet, Derain, Tristán Tzara compartían con nuestro artista, taller y exposiciones colectivas que asombraban al mundo con el grito libertario de un nuevo arte gestador en franca camaradería desde los históricos atelieres enclavados en el corazón de Montmartre, famoso barrio testigo y consorte de la Escuela de París, el más importante movimiento donde se fraguó la vanguardia del arte moderno con Picasso, rector y máxima figura a la cabeza.

Gausachs, ya establecido en nuestro país, se propone realizar dos grandes misiones: la de pintar y la de enseñar.
Fundador de la escuela de Bellas Artes y se establece como profesor inicialmente, hasta convertirse en su director.

Culpable de que las aulas de clases fueran ofrendando pintores y escultores, culpable de crear varias generaciones de artistas que fue la base de un desarrollo del arte en nuestro país, culpable de que nuestra pintura tomara dimensiones nunca vistas y se empezara a reconocer como un arte importante e imprescindible en nuestra incipiente sociedad.

Culpable de mostrar a nuestra gente su espléndida y maravillosa pintura, pintura colmada de fina sensibilidad, expresiva, testigo fuerte de un arte excelso, pintura de mano férrea y ligera, pintura plena, hermosa expresión de un alma noble, cálida como el sol que ya tibiaba su sensible ser de artista.

Gausachs fue descubriendo y lo dejó en su pintura, el alma antillana, su gente, sus paisajes exuberantes y frondosos, las perfumadas y embriagadoras flores y creó con ellas su propio jardín interior, más bello y adorable que la propia primavera.

Todo lo que pintó fue obra de maestro.
Su textura, el color, el dibujo, el tema que componía cada estampa de arte en su pintura era un canto pleno de exquisita sensibilidad, de atrevida intención que marcaba con claridad el sello personal de un artista liberado totalmente.

Gausachs encontró en nuestra tierra un mundo antes desconocido para él. Un nuevo sol, otra luz, otro color, otra raza, otro sentir, otro vivir, un nuevo mundo ante sus ojos, un nuevo mundo que lo cautivó y dio nueva vida a su alma, a su ser y también le dio otra forma, otra manera de vivir.
Gausachs, poesía con rumor de mar, paisaje que cuenta de esmeralda y cielo, que dice con terneza de las mil luces y los mil colores, plácido, móvil, hermosa visión de sombra tímida, fulgor de trópico, canción del alma, agradable visión de la belleza.

Gausachs fue esclavo y prisionero de su arte que lo torturaba, delator de una extraña belleza, de la magia y el encanto, del color fulgurante, de la coloquial intimidad, del esplendor de la naturaleza, del embrujado universo, de las íntimas palabras que decían de gracia y candor acodados en sus paisajes.

En Gausachs reina la estirpe mulata que vino de lejos, la negra expresión bañada con luz de luna: bella, simple, sensual, ingenua, ternura de unos ojos bañados de luz.

Gausachs, hechicero que juega a la verdad y a la aventura, romántico, aguerrido, que se roba el fulgor de las estrellas, que apacigua la ira de Dios y nos dice de plácidos sueños y certeza de amores.

Gausachs pintó a la mujer mulata como Diosa en su santuario. Veladuras, reflejos de piel morena, tersa y suave como la brisa fresca, sonrisa de paz y alegría joven, reflejo de la esperanza, ojos bañados con la luz del alma, pícaros, negros y profundos, de un tierno sentir.

Cabeza hermosa con tocados de cayena matizada en un pulcro color bermellón y tierra de Siena, bucólica estirpe de un raro decir y carita de ángel, traviesa de leve rubor, reina del encanto, diosa del amor. Mulata de nuestro país, el más caro motivo que Gausachs acarició como estímulo de hacer el más sentido arte en su nuevo estar, su cálido y acogedor terruño. Haciendo caso omiso a todas las privaciones que imperaban en nuestro país, impuestas por un régimen tiránico y de oprobios, se empeñó con todo su espíritu creador mostrarnos la espléndida belleza de nuestra tierra.

Nos habló del trópico ardiente y sus encantos, nos dijo con el más fino idioma de un mundo pleno de ilusiones con firme certeza e inspirado quehacer, se llenó de luz, color de la intrigante majestad de un paraíso mágico surgido del extraño actuar de la creación.

Gausachs fue esclavo y prisionero de su arte, delator de una extraña belleza

Gausachs

Príncipe de la cordura, de la locura, encantado genio del sentir la belleza con un arte incomparable, impresionó en su alma de poeta como lo hicieron a lo lejos Monet, Renoir, Cezanne, Matisse, Valadon, Pizarro y otros tantos, toda la belleza, el encanto y el misterio que transita por este mundo que pretendemos comprender.