Conforme a la percepción generalizada de una acción de represalia desproporcionada, y repitiendo los excesos a que intenta acostumbrarnos, el Estado de Israel desató una oleada de ataques aéreos el 27 de diciembre último contra la franja de Gaza, donde residen 1.5 mm de palestinos y baluarte de Hamas, y su líder, Ismael Naniyeh.
Es una acción genocida, repetición de la iniciada por el rey Herodes El Grande, en el año 30 e.C. para eliminar a todos los nacidos intentando impedir que sobreviviera el Mesías de la cristiandad, y un día antes de ésta.
Acusación del primer israelí Ehud Olmert, anegado de corrupción y obligado a dimitir en una jornada opaca y exento de logros orientados a estructurar la anhelada paz en el Cercano Oriente, de poner punto final al lanzamiento diario de cohetes Katishka por las milicias palestinas hacia territorio israelí, consistió el pretexto para desatar los excesos y los crímenes de lesa humanidad contra la población indefensa Palestina, no estrictamente contra los baluartes de Hamas.
Medio millar de muertos y varios miles más de heridos es el balance de una semana de represalias desproporcionadas, en que los motivos valederos y verdaderos es menester no identificarlos en el lanzamiento de los Katiushkas, sino en que Tel Aviv ha cerrado las opciones al diálogo, empezando porque la capital del Estado judío debe ser esa ciudad, no Jerusalén, declarada Ciudad Internacional por las Naciones Unidas y que Israel modificó mediante ley 5740-1980.
Todos los acuerdos desacordados adrede por el Estado de Israel, cuyo prontuario infame puede percibirlo cualquier lector de La Información de Santiago de los Caballeros del 29 de diciembre último, y concluiremos que el Estado judío incurre en ese fardo de tropelías por el apoyo de todos los presidentes de USA, incluyendo al electo Barak Obama, que no ha pronunciado ni media palabra contra esta nueva versión de genocidio israelí contra sus medios hermanos palestinos.
Genocidio justificado por el nefasto presidente George Bush Jr. sepultando para siempre el vigor que no debió marchitarse de su Hoja de Ruta.