Uno no puede convertirse en lo que pretende ser permaneciendo en lo que ya es. Peor aún es saber que muchas veces se teme dejar de ser lo que nunca se ha sido. A propósito, uno se pregunta ¿es posible conducir los procesos de transformación social sin gobernar el futuro? O acaso, como plantea el historiador Philipp Blom, ¿queremos vivir en un presente que nunca se acabe? Gobernar el futuro es una cuestión que nos interpela y que exige el debate sobre cómo mejorar la calidad de la vida social en un modo capaz de fortalecer las capacidades de los ciudadanos de moldear el orden social y apropiarse del futuro. En ese sentido, la República Dominicana debería encontrarse con su futuro, en vez de chocar con él.
Como primera medida, sin conocer las aspiraciones que abriga la gente de cara al futuro es imposible generar algún punto de partida claro que contextualice las esperanzas de nuestra sociedad. En segundo lugar, habría que remitirse a los lazos, en algunos casos lacerados, de confianza y cooperación existentes en nuestro país, quiero decir, el capital social disponible para hacer realidad la pretensión deseada. En un tercer plano, deberíamos enfocarnos en la ciudadanía entendida como una instancia de mediación entre las personas y las formas políticas capaces de incidir en las realidades cotidianas, pero estructurales, de nuestro país.
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A partir de aquí, se podrían valorar las tendencias de futuro relevantes en una tarea fundamentalmente horizontal e interdisciplinar, en la que los aspectos técnicos serían importantes, pero no determinantes, ya que lo que determinaría la esencia de dicha tarea es una nueva ciudadanía. Gobernar el futuro desde el futuro es la implicación del colectivo a través de la renovación de pactos sociales dotados de sólidas instancias de análisis prospectivo y estratégico en los diversos ámbitos que caracterizan el proceso social, económico y cultural de la vida en sociedad.
No se trata de un concepto abstracto ni apologías quiméricas, para gobernar el futuro, más bien, se precisarán mejores ideas y mecanismos innovadores de colaboración real, bajo el entendido de que si pretendemos seguir caminando hacia adelante, estamos obligados a adaptar no solo las reglas e instituciones a la realidad y a los desafíos de nuestro tiempo, sino también, a los actores políticos que aún reniegan de una nueva forma de gestionar la sociedad, que reivindique y ofrezca certidumbre a una ciudadanía que mayoritariamente apela al sosiego y a la estabilidad, tanto económica como emocional, por encima de la crispación y el debate estéril. ¿Qué son los políticos, si no más que gestores del futuro? Me refiero, a que eso deberían ser.