El ejercicio político de gobernar, independientemente de la dimensión del ámbito en que este discurra, siempre ha sido complicado.
Hacerlo en tiempo de pandemia, como la que actualmente flagela el mundo entero, es como caminar sobre esas cuerdas de circo en la que el equilibro se logra con una garrocha y sin una malla protectora.
Es la circunstancia en que se han iniciado muchos gobiernos en varios países, y en el nuestro la particularidad ha sido que se ha iniciado simultáneamente en la esfera del poder ejecutivo y en la casi totalidad de los poderes locales.
Las prioridades cambian en la esfera de esos dos poderes, los problemas se multiplican y el tiempo se les achica. Eso obliga a la imaginación y nuevos énfasis en algunos puntos programáticos.
Gobernar en tiempo de pandemia constituye un quebradero de cabeza casi inmanejable, pero, paradójicamente, constituye una óptima oportunidad para que los gobiernos enfrenten las perennes tendencias corporativas y patrimonialistas de sectores de las esferas económicas, sociales, eclesiales y hasta de los propios gobiernos, incrustados de diversas esferas de la nueva mayoría.
Ello así, porque la gente espera medidas claras y firmes en torno a temas que agravan la pandemia y a demandas puntuales de campaña electoral que no solo eran justas, sino que constituyeron elementos esenciales para derrotar el antiguo régimen.
Solo dos ejemplos: 1° hasta el momento, se mantiene la percepción de que no se ha logrado una eficiente articulación de diversos saberes y de profesionales del sector salud para enfrentar la pandemia.
Esta se agudiza, aquí y en todo el mundo y en muchos países se incrementan las restricciones que recomiendan las voces más respetables de la ciencia en general, y del sector salud en particular.
Aquí, contrario las recomendaciones de voces acreditadas, apretamos o aflojamos dependiendo de la presión que ejerzan sectores empresariales o eclesiales, sin que estos sean lo suficientemente eficientes imponiendo las medidas de seguridad que requieren la práctica de sus actividades.
2° los legisladores se aferran a sus barrilitos y privilegios, dan largas a la aprobación del Código Penal con las tres causales y, de hecho, enfrentan la posición que sobre esos temas tiene el presidente Abinader.
Se dice, y hasta se asume, que tiene un costo político enfrentar de manera frontal los intereses de los citados sectores.
Sin embargo, el costo político que al final se pagará por no enfrentarlos ahora será en extremo superior.
Estos problemas, sumados al tema de la política, o impolítica, de información del Gobierno sirve de caldo de cultivo a un descontento, larvado y manifiesto de parte de importantes sectores políticos y sociales que contribuyeron al triunfo de la mayoría hoy en el Ejecutivo y en la generalidad de los poderes locales.
El tiempo se acorta para el Gobierno, mientras la pandemia dificulta importantes actividades sociales, económicas y políticas.
Por lo cual las correcciones de cuestiones que sí preocupan al pueblo, el soberano, deben ser enfrentadas con la debida premura y firmeza, de lo contrario y con imprevisibles consecuencias, se acentuará el retraimiento en sectores que hicieron posible esta nueva mayoría que, con preocupación y razón, algunos miembros del Gobierno advierten.
Limitados por la pandemia, dentro de poco las autoridades locales tendrán un año en ejercicio y el Ejecutivo 6 meses. Eso obliga al reforzamiento, definiciones, articulación de voluntades para enfrentar intereses por más poderosos y sórdidos que estos sean. No hay de otra.